viernes, 3 de diciembre de 2010

Sobre los catalanes y los castellanos

Es lunes, el 29 de noviembre. Estoy en un bar mirando la gran pantalla. Barcelona-Real Madrid. Los dos mejores equipos del mundo. El tiki-taka de Barcelona. La clase individual de Madrid. Hay lucha. Hay emoción. Se trata de algo más que de fútbol. Se trata de la rivalidad entre las dos más importantes ciudades de España. El sentimiento nacional de Cataluña que tanto tiempo estaba oprimido por la dictadura de Franco. El rencor de los madrileños contra el próspero y autocomplaciente Barcelona. Los catalanes opinan que están contribuyendo demasiado dinero al estado central de España. Esta actitud no hace crecer su popularidad entre los castellanos.

Hay controversias políticas. Hace poco Cataluña prohibió el toreo. Por los pobres animales, dicen los catalanes. No te burles de mí, es para putearnos, dicen los castellanos. La Plaza de toros de Barcelona era famosa. Haber matado en La Monumental un toro significaba mucho para un torero. Había mucho público. Sobre todo castellanos que vivían en Barcelona. El próspero Cataluña siempre había atraído mucha inmigración. Sobre todo desde el pobre Andalucía, donde el toreo es tan popular.

Ayer había elecciones en Cataluña. ¡Hablando sobre populismo! Para un video-clip el ex presidente de Barcelona había contratado a una actriz de porno que bailaba en ropa que no dejaba nada a la imaginación por los calles de Barcelona mientras cantaba con voz sensual que Laporta era un candidato muy apto. Los socialistas presentaban a una mujer que se corrió cuando deslizaba lentamente el billete en la ranura de la urna. El departamento local del PP tenía un anuncio en que la presidenta del partido aparecía en un video juego como una versión botox de Lara Croft para disparar a los inmigrantes ilegales. Y el CiU, el ganador de ayer, tenía un anuncio en el que alguien disfrazado con la bandera de España robaba carteras de los catalanes en la calle.

A mí me gusta Cataluña. Allí estaba la primera vez que visité España. Era en los ochenta. Nunca voy a olvidar el momento en que el tren llegó a Barcelona después de un largo viaje por Bélgica y Francia. Barcelona era maravillosa. Allí balbuceaba mis primeras palabras en castellano. Por lo menos, eso creía yo. Quizás era catalán. ¿Qué sabía yo? Cuando después viajaba por España y decía que había estado en Barcelona, muchas personas hacían un gesto de cerrar la boca con una cremallera imaginaria mientras decían: ´¿Los Catalanes? ¡Son muy cerrados!´ Los miraba asombrado. ¿Los catalanes cerrados? ¿Teresa? ¿Toni? ¿Vicky? ¿¿¿Carmen???

También aquí en El Bierzo a veces la gente habla con desprecio de los catalanes. ´No tengo nada en contra de ellos, pero cuando se dirigen a mí, tienen que hablar castellano y no catalán´, dicen. La verdad es que los catalanes aquí nunca te dirigen en catalán. Hablan catalán entre ellos, desde luego. En Cataluña mismo a veces se encuentra a alguien que rechaza hablar castellano. Idiotas fanáticos hay en todo el mundo. Los catalanes deben estar orgullosos de ser bilingües. Que quieren reprimir el castellano del sistema educativo en Cataluña es algo que no entiendo. Castellano es una lengua mundial. A mí me costaba mucho esfuerzo aprenderlo. Niños que crecen en un mundo bilingüe tienen una ventaja. Después aprenden más fácil cualquier otra lengua.

De pronto oigo abucheos y vítores. Barcelona ha marcado otro gol. Después de un pase cruzado de Messi a Villa. Seguramente no catalanes. Un argentino y un asturiano. Es la prueba una vez más. ¡Diversidad es fuerza!


Los videos de los partidos se puede ver con estos enlaces:
Laporta
PSC
PP
CiU

viernes, 19 de noviembre de 2010

Tiempo para leer

Otoño en El Bierzo. La calle está llena de hojas muertas y castañas. Lejos, en el norte, la nieve ya ha pintado la montaña blanca. Está nublado y frío. Tiempo para leer. Voy andando hacia la biblioteca de Ponferrada.

No. Nunca he sido un verdadero comprador de libros. Para mí lo que vale de un libro es el contenido. Esto quiero tragar. Después me desprendo de la materia sin alma. Otra persona puede insuflarla de vida por sacar los pensamientos del escritor. ¿Cuántos libros habré sacado en préstamo de las diversas bibliotecas de Amsterdam? Deben ser unos cientos. Era socio desde tener doce años. Cuando estoy en Amsterdam, nunca olvido visitar el majestuoso edificio en el puerto donde está la biblioteca central de Amsterdam hoy día. También del biblio de Ponfer soy un fiel cliente.

Aquí dentro hace calor. Casi no hay sitio entre las estanterías llenas de libros. ¡Qué rica es la oferta! La literatura española. Javier Marías. Antonio Muñoz Molina. Nombres que suenan bien. Es extraño que en España nunca han decidido cómo escribir el texto sobre el canto de los libros: desde arriba hacia abajo o desde abajo hacia arriba. En Holanda siempre es de arriba hacia abajo. Se lee los títulos con la cabeza inclinada hacia la derecha. Aquí tienes que cambiar todo el tiempo desde la izquierda a la derecha y a la inversa. Es una vista fascinante. Es como si la gente mueve las cabezas en un ritmo irregular de una música inaudible. Se cansa, es verdad, pero quién sabe, quizás es saludable. ¿Te molesta regularmente la nuca? ¡Visite al menos una vez en la semana la biblioteca!

Con una rica cosecha (Vargas Llosa, Semprún) ando en la dirección del centro de la ciudad. Quiero más. Allí hay una librería que tiene una oferta que es razonablemente buena. A hojear un poco. Porque últimamente sí compro de vez en cuando un libro. Sobre todo cuando estoy en Holanda. Libros para traer. Para saciar mi hambre de la lengua holandesa. El último de Arnon Grunberg, el nuevo de Richard de Nooy, un viejo de Willem Frederik Hermans. A veces ya los he acabado en el avión de regreso. Y también aquí en España compro de vez en cuando un libro. Traducciones de títulos que me importan. Para dar a Ana. Pobre chica. Nada más terminar las seiscientas páginas de ´El descrubrimiento del cielo´ de Harry Mulisch, ya le dejo en la mesita de noche el también gordo ´Todas las almas´ de Cees Nooteboom. Siempre hay una ocasión para regalar un libro. Cumpleaños, Santo, Navidad, los reyes magos, el día del libro, o solamente porque en un día con tiempo riguroso como hoy leer es una actividad muy atractiva. Y cada vez ella logra mostrar una sonrisa agradecida diciendo: ´¡Que sorpresa! ¡Una traducción de un libro holandés! ´

Pero esta vez no encuentro nada a su gusto. Saludo al librero y salgo hacia afuera. Por un momento estoy dudando. ¿Dónde voy a leer el periódico? Casi nunca lo compro. La razón es muy práctica. El País, que en mi opinión sobresale por encima de los otros periódicos, cuesta en el kiosco €1,20. Un café con leche con un churro en un bar cuesta € 1,00. No siempre ganar dinero es tan fácil. Solamente tienes que saber en qué bares tienen El País. No siempre está apreciado. Pertenece a lo que los populistas en Holanda llaman hoy día la iglesia de la izquierda. Un diario elitista. Con profundos análisis de la economía y de la política. Justamente lo que me apetece esta mañana. Decido ir al Café Universal. Allí no tengo que pedir nada. Allí me conocen. Allí me siento a leer el periódico y me llevan un café con leche con un saludo amable. Allí me siento bienvenido.

domingo, 24 de octubre de 2010

Bastante mucho

Este verano estuvimos en un camping en Galicia, la región más bonita de España, pero esto no es lo que importa en esta historia. Cenamos en un restaurante buenísimo, lo que causó varias víctimas entre los animales del mar. Después anduvimos por las calles del pueblo bonito hasta encontrar un bar agradable. Una última antes de dormir. El camarero era joven y llevaba una camisa con dibujo de flores. ‘¿Qué queréis tomar?’, preguntó jovialmente. Tuve un momento de duda. No tenía suficiente sed para una cerveza, tomar un vino sin comer algo es un tabú absoluto en España, y ginebra casi no hay. Pero eran vacaciones, entonces ¿por qué no? ‘¡Un whisky!’ respondí entusiasmado. ‘¿De qué marca?’ era la pregunta lógica. La verdad es que casi nunca tomo whiskys. Y en este momento no se me ocurrió ninguna marca, entonces, para ganar tiempo, le pregunté: ‘¿Qué hay?’ El camarero me miró un momento pensativamente. No conocía esta marca pero no quería admitirlo. Entonces dijo: ‘Kwai no tenemos, pero si tenemos Johnny Walker, Jameson o Red Label.’

Está claro, mi castellano no es perfecto. Sobre todo esta maldita pronunciación me da problemas. Hay sonidos que no existen en holandés. Lo peor son la ‘z’ y la ‘c’ en una palabra tan sencilla como ‘cerveza’. Se necesita pronunciar la ‘c’ y la ‘z’ en esta palabra con la lengua afuera de la boca tocando el labio superior mientras se expulsa aire con fuerza. Ni siquiera en holandés hago la diferencia entre la ‘s’ y la ‘z’. Es el acento de Ámsterdam, dicen algunos. Es pereza, dicen otros. La verdad es que mi lengua no se muestra cuando hablo castellano.

Hay más problemas. A veces estoy traduciendo literalmente desde el holandés. Por ejemplo cuando pasa algo inesperado digo: ‘¿Qué pasa todo?’ Esta palabra ‘todo’ hace fruncir las cejas aquí en España. Lo mismo pasa cuando digo por ejemplo: ‘Es muy bien posible’ o ‘Bastante mucho’. A algunas personas, mujeres sobre todo, mi castellano les enternece. Mi mujer Ana, por ejemplo, dice a veces cuando he traducido algo literalmente: ‘¡Por favor, sigue hablando así, es tan riquín!’ En estas ocasiones me propongo fastidiado no expresar esta frase nunca más. No quiero ser riquín. A mi edad. Al otro lado, también hay ocasiones en las que dice con ojos llenos de admiración: ‘¡Esto lo que has dicho ahora, qué poético suena!’ Esto pasa sobre todo cuando pienso haber dicho algo muy banal, sobre el tiempo por ejemplo. Aquí en Ponferrada hay una camarera a quien le hace gracia imitar mi castellano. Cuando le digo ‘Me gustaría pagar’ ella responde: ‘¿Te kustaría pakar? Es muy bien posible. ¿Dos serbesas? Son dos sinkwenta euros.’ Últimamente no frecuento este bar.


Lo peor son las situaciones en las que hay personas que ya están convencidas de que no entiendo nada y por esto no se dirigen a mí directamente. Por ejemplo, esta mañana encontramos a una vecina en el mercado. Ninguneándome preguntó a Ana: ‘¿Qué tal él en El Bierzo? ¿Le gusta?’ Como se puede preguntar a una madre que tal está su niño al que lleva de la mano. Me defendí inmediatamente diciendo: ‘Lo tengo aquí estupendamente a mi gusto.’ Es una traducción literal de holandés. Por enfadarme olvidé completamente todo lo que aprendí el último año. La vecina miró a Ana un momento confusamente antes de decir muy amablemente: ‘Ya habla bastante bien el castellano.’ Y tenía razón, desde luego. Bastante mucho.

viernes, 8 de octubre de 2010

La (ir)reversibilidad de las cosas

Había un tiempo que pensaba antes de escribir. Después hacía un borrador y luego escribía mi texto en la versión definitiva. Un momento de concentración porque un error significaría una corrección fea con tipp-ex o empezar completamente de nuevo. Hoy día empiezo tecleando como un loco y si no estoy contento con el resultado, vale, utilizo el botón backspace y lo pruebo otra vez, hasta que hay una frase más o menos aceptable, como esta. Con el ordenador se puede deshacer errores.

Había un tiempo que hacer fotos era una cuestión de reflexionar y anticipar. El tamaño del rollo formaba una reducción tremenda, tanto como el hecho que hasta el momento que te volvían las fotos en la tienda no era posible ver el resultado de tanto esfuerzo. Hoy día hasta yo hago fotos. Con el camera digital no existen limitaciones. Las fotos que no te gustan, desaparecen en la papelera del ordenador.

La ventaja tiene un reverso. A veces actúas demasiado rápido. Por ejemplo, envías un email con una broma mala de la que te arrepientas inmediatamente. Esto no se puede anular. Vale, tampoco se puede deshacer la palabra dicha, pero esta desaparece en el aire, mientras un email se puede releer y juzgar un infinito número de veces.

Tampoco la lavadora (para nombrar algo) cumple las exigencias de reversibilidad. Cuantas veces no me ocurría que, después de haber puesto en marcha la lavadora, encontré un calcetín alto con un fuerte olor en mi bolsa de deporte, y desde luego todo esto justamente el día antes de este partido tan importante contra WVHEDW 15. En estos casos mi cabeza se movía impotente en círculos siguiendo el tambor con la ropa rotando en la máquina mientras pensaba: ¿Por qué tengo siempre que hacer todo tan de prisa?

¿Y mi salida de Holanda al Bierzo hace un año, lo he considerado suficientemente? O es que he tomado esta decisión con la idea que también en la vida real existe un botón de backspace?
No lo hay, ciertamente. Un año pasa y nunca se puede repetirlo. Y en mi edad los años empiezan a contar. Esto noto por ejemplo cuando estoy una semanita en Amsterdam y juego un partido de fútbol con mis amigos en la competición. Fútbol es un deporte que exige mucho del cuerpo. Tienes que entrenar. Si no, fácilmente sufres una lesión. La vuelta al juego cada vez va a ser más difícil.

Había un periodo en mi vida que mi gran sueño era vivir en España. Era cuando era joven y estaba llena de intranquilidad. Allá la vida era más pura y la gente más abierta y amable, pensaba. Lentamente desapareció este deseo. ¿Porqué buscar tan lejos la felicidad? Amsterdam es agradable para vivir; siempre hay muchas cosas para hacer. Inesperadamente mi viejo sueño se ha puesto en realidad. Es el poder del amor.

¿Y ahora? Ya he decidido quedarme al menos un año más en Ponferrada. Probablemente van a ser más. Quizás el resto de mi vida. Para combatir mi nostalgia de vez en cuando paso unos días en Amsterdam. Por lo menos, mientras los vuelos siguen siendo tan absurdamente baratos. Hablar holandés. Ir con la bicicleta por la lluvia. Comer un arenque. Jugar un partido de fútbol sobre un campo fangoso contra adversarios demasiado jóvenes. Y después, con los ligamentos doloridos, volver al Bierzo, donde vivo.

(Originalmente publicado en holandés en el TAB A-Treffer, la revista del famoso club de fútbol afc TABA)

lunes, 23 de agosto de 2010

Orgullo

´¡Qué bien estar otra vez en El Bierzo!´ digo, mientras estoy picando un trocito de calamar. ´La comida es mejor aquí, aunque este año los arenques en Holanda tenían buena cualidad. ¿Arenques? ¿Cómo los coméis? ´ Vale, hay arenques ahumados, en vinagre, pero los mejores son los arenques salados. Son casi crudos´ ´¿Crudos? ¡Qué asco!´ Estamos tomando un aperitivo en una terraza en la Plaza de la Encina en Ponferrada. Los calamares van desde luego acompañados por un vino del Bierzo. Alguien me pregunta: ´¿Y ya has encontrado trabajo aquí?´ ´No, todavía no, pero quizás viene algo.´

Empezamos a hablar sobre la economía. En España la tasa de desempleo llega hasta 20%. Una cifra increíblemente alta. ´Soy un emigrante un poco estúpido´, digo sonriendo, ´me he ido desde el país con el paro más bajo hacia el país con el paro más alto de Europa.´ ´¿Porqué habrá tanto desempleo en España?´, me preguntan. Empiezo a hablar sobre la productividad laboral y la internacionalización, como conviene a un profesor de economía, aunque esté temporalmente desempleado. De paso hablo sobre la corrupción y el clientelismo, que hacen que los recursos del estado son empleados ineficientemente. Después de mi discurso hay un momento de silencio hasta alguien dice: ´Como jugó el equipo holandés en el final era absolutamente escandaloso.´ Por un momento estoy confundido por este brusco cambio del rumbo de la conversación. Pero es lógico. Si este verano un holandés va a tomar algo con españoles, inevitablemente el final de la copa mundial va e ser un tema de la conversación.

Y todo parecía ser tan ideal. Holanda y España en la final. ´Pase lo que pase, ya he ganado,´ proclamaba orgullosamente a cualquier persona dispuesto a escucharme. Nada resultaba más lejos de la verdad. Vi la final en Holanda, en casa de mi hermano con toda la familia. Era un espectáculo vergonzoso. La patada de carate de Nigel de Jong. La estremecedora hipocresía de Mark van Bommel. Hasta el comentarista participó en la locura. Cuando por fin España marcó un gol, gritaba que era fuera de juego. ´¿Hoy día trabajan en la televisión pública miembros del partido extrema derecha?´ pregunté a mi familia. No respondieron. Estaban a favor de la naranja mecánica. ¿Y si el comentarista dice que fue fuera de juego, vale, puede ser verdad, no? Cuando después del partido expresé mi alivio que en este final el fútbol mismo había ganado, me acusaron de tener prejuicios. Mi viejo tío Jaap hablaba, aunque en bromas, de colaborar con el enemigo.

Tampoco aquí en la terraza en Ponferrada muestro mucho patriotismo. Desde luego, Holanda merecía perder. El árbitro tenía que haber sacado tarjeta roja a algunos jugadores holandeses. Que si, España era mejor. Xávi, que fantástico jugador es: el mejor del mundo en este momento.
Por suerte alguien empieza a hablar sobre las vacaciones. Contamos sobre nuestro viaje a Friesland, la provincia en el norte de Holanda. Primero con el tren desde Amsterdam a Enkhuizen, después con barco al otro lado del gran lago en el centro del país, y al final con tren a esta pequeña ciudad tan bonita: Hindeloopen. ´Y todo con el transporte público, que es bastante mejor que aquí en España.´ digo. ´Pero como jugó Holanda en el final era casi criminal´, me reprochan.
Y entiendo que este verano en España no hay mucha paciencia para escuchar opiniones de un guiri holandés.

martes, 22 de junio de 2010

El desahogo

En abril estuvimos una semana en Cabo de Gata. ¡Qué maravilla! La naturaleza estaba en plena forma. Todo florecía por la lluvia que había en las semanas antes. Por ser un parque nacional Cabo de Gata es protegido contra las grandes urbanizaciones que destrozaron tantas costas de España. Todavía hay pequeños pueblos donde se puede ver los pescadores salir en sus barquitos. Entonces, todo parecía ideal. Hasta una tarde que estuvimos en una terraza en Las Negras. Allí nos habíamos sentado después de una comida riquísima con pescado fresco y gambitas rojas. Una cervecita en la terraza con una vista sobre el mar. ¿Qué más puede desear una persona? Y en este momento decidí coger el periódico que estaba en la mesa al lado de nosotros.

Era La Voz de Almería. Normalmente me gusta leer los periódicos locales para saber si hay conciertos, fiestas o exposiciones interesantes en la comarca. Había un comentario del redactor de La Voz de Almería sobre el caso Garzón. Es un caso que me interesa mucho. Nunca he entendido porque un juez que hace una investigación a crímenes contra los derechos humanas puede ser suspendido. El redactor de La Voz de Almería escribió que le parecía una buena idea tomar un ejemplo a Alemania en un asunto como este. Estuve completamente de acuerdo y continué de leer. Más o menos esas eran sus palabras.

´¿Hay alguien que piensa que en Alemania se va a buscar fosas anónimas de los izquierdistas, gitanos o judías asesinados cuando las familias lo piden? Desde luego que no. En Alemania casi no se habla de la guerra. Allí se trabaja. Y esto tenemos que hacer nosotros en España también.´

Después de haber leído esto tomé un sorbito de mi cerveza para calmarme y dije tan tranquilo como podía a mi pareja. ´He leído una noticia muy sorprendente en este periódico.´ Ella dijo: ´Mira qué bonitos estos barcos en la playa; qué suerte tenemos, ¿no?´ Obviamente era un intento de distraerme. Seguramente había reconocido en mi voz una amenaza de la tranquilidad serena en que nos encontrábamos hasta ahora. Pero ya no era posible cambiar la corriente de mis pensamientos. ´Algo de veras muy sorprendente,´ continué, ´¿Sabías que en Alemania casi no se habla de la guerra?´ ´¿De la guerra?´ ´¡Si, de la guerra!´ Y leí en voz alta el artículo enfadándome más y más. Después empecé a hablar de un tirón. Más o menos esas eran mis palabras.

´¿Cómo es posible que un redactor de un periódico pueda escribir tantas barbaridades? No me importa nada que alguien tenga la opinión absurda que es muy normal que hay fosas anónimas en la montaña. Pero como se le ocurre a este señor hablar de Alemania mientras que es tan claro que nunca ha estado allí, y ni siquiera ha leído ningún libro o artículo sobre Alemania. Alemania hace todo lo posible para conocer y recordar su pasado sucio. ¿Sabes que en este momento un criminal de guerra holandés que colaboró con los nazis está procesado en Alemania? ¡Y este hombre tiene más de noventa años! Hasta parece que el señor redactor no sabe que la mayoría de los cuerpos de los judíos y gitanos no fue enterrada sino quemada. Qué estupidez completa.´

La verdad es que me alivió desahogarme. Después pude hablar ya más tranquilo sobre el asunto. O quizás era más que mi pareja me guiaba a un discurso más tranquilo con preguntas en voz baja. Hablamos de de la prensa en España. Que faltaba en España un periódico liberal o conservador de alto nivel para hacer contrapeso a El País. Lentamente caía la noche y hablamos de otras cosas. Hasta que ya era la hora de pensar en la cena.

miércoles, 19 de mayo de 2010

¡Patatas!

Todavía no recuperada de la angustia mortal ella dirige el coche a un sitio adecuado al lado de la autovía para aparcar. Después me mira con reproche en me pregunta: ‘¿Por qué me dabas un susto tan grande? Esto era muy, muy, muy peligroso.’ Si, ¿por qué lo hice? Es una larga historia.

En los años ochenta visité por primera vez España. Spain is different era un slogan con el que querían vender el exotismo de España a turistas extranjeros. Parcialmente todavía es verdad. En España se ha mantenido la autenticidad cultural más que en otros países. A veces esto parece un poco provinciano. Pero a la vez es la atracción de España. Todas estas fiestas tradicionales. Toda esta comida maravillosa en los restaurantes. Vale, hay en Ponferrada algunas pizzerías. Y hay un restaurante chino donde nunca nadie va a comer. ¿Pero más restaurantes extranjeros? No lo creo. Periódicos internacionales no se puede obtener en esta capital de la región. En la biblioteca hay quizás Le Monde traducido en castellano. Y se mantiene muchas costumbres propias. Como el volumen de la conversación.

Los holandeses lo llamaríamos gritar, la manera en que la gente aquí habla en los cafés, los restaurantes o en las esquinas de las calles. Me solía fascinar mucho. ¿De qué estarán hablando? ¿Se trata de diferencias políticas que, por la ferocidad de la argumentación, provienen de la guerra civil? ¿O quizás se trata de una enemistad entre familias por una historia de amor dramática, como las que se puede leer en las obras de teatro de Federico García Lorca? Quizás hablan de fútbol. Barcelona, Madrid, siempre un motivo para una discusión acalorada. Al progresar mi castellano me iba dando cuenta que las conversaciones en voz alta eran sobre la comida, el tiempo, la salud de los nietos, o, en este tenía razón, sobre fútbol.

Esta tarde paramos para tomar un café en un bar al lado de la carretera en un pueblecito de Valladolid. En la omnipresente televisión había fragmentos de los partidos de fútbol de ayer. ‘¡Gol! ¡¡¡¡Gol!!!! ¡¡¡¡¡¡Gooooooool!!!!’ resonaba la voz del reportero por el local. La máquina tragaperras dejaba claro con mucho ruido que alguien había ganado dinero. Y por encima de todo esto ruido tres parejas de la tercera edad mantenían una conversación a gritos sobre la diferencia entre la cualidad de las patatas de Galicia (¡¡¡Te lo digo. Son las mejores. Son absolutamente las mejores!!!’) y las de León (‘¡¡¡Son demasiado secas. Son simplemente demasiado secas!!!’). En fin, no encontramos mucho relax, allí, en este bar al lado de la carretera.


Pagamos y seguimos la ruta a Ponferrada. Llegamos a la autovía. Todavía faltaba mucho antes de llegar a nuestra casa. No mucho trabajo para el copiloto. Mis pensamientos me llevaron hacia mi futuro aquí en España, en el Bierzo. ¿Cuándo me integraría realmente? Tendría que mejorar mi castellano bastante. Tendría que perder este acento holandés. ¡Desde ahora voy a probar hablar como alguien de aquí! Volumen, entonación y temas. Y lo hice. Empecé una conversación al estilo castellano. ‘¡¡¡En Holanda comemos en la cena muchas patatas!!!’

viernes, 16 de abril de 2010

Procesión en Ponferrada

Jueves de Pascua. En nuestros abrigos esperamos en la calle hasta que llegue la procesión. Hace frío. Por un momento mis pensamientos vuelven a la conversación por teléfono que tenía la semana pasada con una funcionaria del ayuntamiento de Amsterdam. Por su voz era claramente una jovial mujer proveniente de Surinam, la antigua colonia de Holanda. ´Sabe usted, en este momento estoy viviendo en España …... ´ Espontáneamente me interrumpió. ´¿En España? ¡Qué suerte! ¡En el sol! Vale, aquí nada de eso.´ Le expliqué: ´Ponferrada está en el noroeste de España. Puede hacer mucho frío aquí.´ Después continuábamos la conversación sobre la complicada burocracia que pertenece a vivir en otro país.

Suena música. Rom rompompom, hacen los bombos. Entre este ritmo los tambores marcan un ritmo más rápido. La procesión aparece en la esquina. Lentamente la banda de música pasa. La sección de viento pone sus cornetes en sus labios. Suena fuerte, desafinado y agudo. Pero también hermoso. Después pasan los papones. Son personas que marchan en procesión en trajes que me recuerden inmediatamente a las del Ku Klux Clan. Un traje largo con una caperuza que oculta la cara. Si, otra asociación que tengo es con la burka. Claro, no soy católico. Ni siquiera creyente. Hasta me da un poco de miedo, esta gente que piensa saber lo que quiere su dios todopoderoso. Una iglesia entro con desgana. Mucho relumbrón. Bonitas estatuas y pinturas, sin duda, pero siempre el mismo tema. El sufrimiento. Sobre todo cuando hay gente rezando en voz alta, como ocurre aquí a veces, quiero salir cuanto antes. Hace poco estuvimos en una iglesia donde las monjas estaban rezando separadas, cerradas detrás barrotes. Las monjas de clausura. Separadas del mundo voluntariamente, me aseguraban para quitar mi estupefacción.

Mientras tanto pasa el final de la procesión. Unos papones llevan un paso sobre los hombros. Esto se repite en casi todas las ciudades de España durante la Semana Santa. Las esculturas de Jesús y María van en las procesiones por las calles. A veces se trata de obras de arte barroco. Pero hoy en Ponferrada nada de eso. La escultura contiene muchas figuras. Representa la última cena. Y tiene un aspecto moderno. Los apóstolos parecen a figuras del tebeo de Tintín.

Un poco desilusionado tomamos algo en un bar lleno de humo. Pedimos limonada. Justamente lo que necesito. La limonada resulta ser una bebida alcohólica, que solamente se toma en la semana santa. Se mezcla unos litros de vino con agua, azúcar, naranjas, limones y canela y se deja esto una semanita a fermentar. El resultado es un dulce licor con un porcentaje de alcohol inseguro. Un amigo me cuenta que beber una limonada se llama aquí ´matar un judío´. Empiezo a protestar. Teniendo en cuenta las persecuciones de los nazis y de la inquisición, esto me parece un lenguaje muy incorrecto. ´Es solamente tradición´, tartamudea el amigo. Me doy cuenta que es el mismo argumento que se utiliza en Holanda para justificar los zwarte pieten de Sinterklaas. Sinterklaas, San Nicolás, viene cada año desde España a Holanda para dar el 5 de diciembre regalos a los niños. Tiene un montón de ayudantes, que todos se llaman Zwarte Piet, Pedro Negro. Son caricaturas de los antiguos esclavos africanos. Gran parte de la población negra de Holanda odia esta fiesta. ´Vale, San Nicolás, otra vez un católico de España´, pienso muy injusto bajo la influencia de la tercera limonada ya.

Después de todas estas limonadas se duerme estupendamente. Pero a las seis de la mañana nos despierta el sonido de tambores y trompetas desafinadas desde de la calle. Ya es la hora para la próxima procesión. Pero no para nosotros. Vamos a pasar este Sábado de Pascua como en Holanda. Levantarse tarde, un desayuno con huevos cocidos y pan con pasas. Después quizás una caminata aquí en los alrededores. Si las condiciones atmosféricas lo permiten.

Bajo sospecha. Un thriller multicultural.

martes, 23 de marzo de 2010

Esquiar mal vestido en Leitariegos



Esquiar mal vestido en Leitariegos

¡Al fin! El domingo pasado he esquiado. No estaba lejos de aquí, vale, con coche, en Leitariegos. Es una estación invernal pequeña. Una pista verde, cuatro pistas azules y cinco rojas. Y ya puedo revelarlo. Me gustó muchísimo estar otra vez sobre los esquís. Las circunstancias eran ideales. Sol y nieve fresca.

Todo este invierno estaba mirando ansiosamente a los montes nevados alrededor de Ponferrada. De vez en cuando consulté en internet las páginas web de Leitariegos y San Isidro para averiguar cómo era la nieve en las estaciones invernales. Vale, muy buena, este año. Había tanta nieve que los accesos de las estaciones eran difíciles. Se requería cadenas. En los webcams se podía ver que la vista no era óptima. Nevadas y nieblas. Algunas veces teníamos que cancelar nuestros planes para una excursión a la montaña por las circunstancias atmosféricas.

Mientras tanto, yo ya estaba completamente listo para la aventura. Esquiar requiere una preparación muy detenida. Siempre tengo la ambición de ser el peor vestido esquiador de la pista. Quizás suena un poco adolescente, pero en mi opinión es importante que haya un contrapunto contra la vanidad que se apodera del mundo de deporte. Más y más los deportes degeneran a deportes de cositas. Ropa especial para ir con mountain bike, desde luego un traje completamente diferente para hacer jogging, un equipo ultra ligero para hacer montañismo y que no olvides comprar un polo por si acaso vas con un barco de vela una vez. Hasta el noble fútbol no escapa de esta tendencia. Botas blancas, espinilleras de diseño, y tantas cosas peores. Los miembros de mi equipo de fútbol, TABA 4, siempre teníamos una alegría profunda cuando ganamos de un equipo adversario que había empezado el calentamiento con chándales muy pijos. Vale, la verdad es que normalmente perdimos contra esos equipos. Bueno, también en estos casos nos podía consolar que la derrota habría sido mucho más amarga si hubiéramos llevado un traje pijo.

Para toda la gente que durante el shopping buscan lo barato y lo feo, hay en Ponferrada dos posibilidades para sus compras. Los gitanos en el mercado y las tiendas chinas.
El mercado hay cada sábado y miércoles. La verdura y la fruta son de una cualidad excelente. La ropa es sobre todo barata. Compré mis guantes de esquiar por diez euros. La verdad es que no eran nada mal. De otro gitano compré una cazadora negra de cuero de mentira. También diez euros. Para el pantalón de esquiar me dirigí a una tienda china. Es un fenómeno raro, las tiendas chinas en España. Son increíblemente baratas, venden todo lo que se puede imaginar, y muchas veces están establecidas en edificios grandes en las calles más importantes. Esto hace que la gente llegue a especulaciones sobre cómo este es posible. ¿Se trata de blanquear dinero negro de tráfico de drogas? ¿O se trata de una explotación despiadada de los inmigrantes ilegales? En todo caso, encontré en una tienda china un pantalón de esquiar de quince euros.

Contento fui a casa para ponerme en mi nuevo equipo en frente del espejo. Tenía buena pinta, la verdad. Porque el pantalón se caía un poco parecía a un scater. Un scater bastante maduro, mejor dicho. Lentamente el pantalón se caía más y empecé a darme cuenta que faltaba una cosa más. Tirantes. ¿Dónde comprarles? Después de mucho buscar encontré una mercería de ´toda la vida´: Casa Brindis. Allí podía elegir entre tirantes de color negro y tirantes de rayas amarillas y rojas. Decidí por los últimos por los colores alegres. Un error. Rojo y amarillo son los colores de la bandera de España. Tales tirantes llevan ciertos aficionados de la derecha nacionalista española. Además, la chaqueta negra tampoco era una elección afortunada. El material negro de la cazadora atraía calor. Y el sol brillaba exuberante, el domingo pasado. La gente hacía picnic en la nieve. Solté mi chaqueta. Los tirantes quedaban debajo de mi jersey. Y de veras, he estupendamente esquiado mal vestido en Leitariegos.

Roland

viernes, 19 de febrero de 2010

Conducir

La suerte está echada. He conducido un coche. Por primera vez en mi vida. Era el domingo pasado. Sobre el rugoso campo de fútbol del pueblo de Congosto.
Dí una vuelta a la llave de contacto, solté el freno de mano, empujé con mi pierna izquierda el embrague, cambié a la primera marcha y, mientras soltaba el embrague, con mi pierna derecha pisé el acelerador. El coche se movió con un tirón. Rápidamente empujé el pedal del medio. Es el freno. El motor se paró. Miré a mi lado derecho, donde estaba mi suegro. Tenía los ojos asustados. Era su coche. ´¡Tienes que hacerlo lentamente! ¡No acelerar demasiado!´ dijo. Lo probé otra vez. Ahora el coche se ponía lentamente en marcha. Aceleré un poco más. Conduje el coche alrededor de la portería. ´¡Ahora cambia a segunda!´, gritó mi suegro. Izquierda abajo, me acordé. Lo probé. Y aceleré. ´¿Está en la segunda? ¿Está en la segunda?´, pregunté nerviosamente. ´Si, y prueba ahora volver a primera.´

Conducir. ¿Quién lo imaginara? Yo no, en todo caso. Para mí la bicicleta siempre era suficiente. O mejor dicho, la bicicleta era para mí de puta madre. Siempre he vivido en la ciudad de Amsterdam. La bici es allí el transporte ideal. Y si tenía que ir a algún sitio afuera de la ciudad, pues, iba con tren y alquilaba una bicicleta en la estación. Algunas veces un destino parecía inalcanzable. Por ejemplo el campo de un club de fútbol en algún pólder remoto. Vale, me hacía llevar en coche por un compañero. Aunque a veces, en la primavera, también iba con bicicleta, para volver cuando ya oscurecía y en los árboles los mirlos se despedían del día cantando sus melodías tristes. Esto se lo pierden los automovilistas, pensaba satisfecho conmigo mismo.

Pero aquí en El Bierzo todo es diferente. Es preciso adaptarse.

El transporte público es insuficiente o brilla por su ausencia. Todos esos holandeses quejándose del transporte público en su país tendrían un susto terrible si tuvieran que viajar cada día a su trabajo con el transporte público berciano. Hay solamente cuatro trenes cada día saliendo de la estación de Ponferrada. Y esto mientras Ponferrada es el capital de la región. Hay líneas de autobuses entre las ciudades, todas en manos de empresas privadas. Más o menos cada dos horas sale un autobús a León, la capital de la provincia. A muchos pueblos no se puede llegar. A una hora y media conduciendo de Ponferrada hay una estación invernal. ¿Pero un autobús? ¡No señor! Casi estaba dispuesto a empezar yo mismo una línea de autobuses para poder esquiar allí. Pero la gente de aquí me convenció que no tenía futuro este proyecto. Aquí a la gente le gusta demasiado su propio coche.

También ir con bicicleta es diferente aquí que en Holanda. Aquí hay montaña. Por esto tengo un ´mountanbike´, con marchas y cosas así. A pesar de las marchas, ir con bicicleta aquí es hacer deporte. No me veo ir con bicicleta a Bembibre, por ejemplo, para tomar una tacita de café en la casa de unos amigos. Me mirarían un poco extrañados, tomando el café doblado hacia adelante para evitar el contacto de mi camiseta empapada de sudor con su nuevo sofá.

Pues, estaba conduciendo en círculos en este campo de fútbol en Congosto, el domingo pasado. Hasta que vinieron unos chicos con un balón. ´¡No se puede ir con coche por aquí! ¡Es un campo de fútbol!´ gritaban. Lentamente conduje hacia la carretera mientras refunfuñaba en holandés: ´Más y más se hace imposible conducir tranquilamente en coche hoy día.´ ´¿Qué dices?´ me preguntó mi suegro. ´Nada importante.´ ´¿Y vas a inscribirte en una autoescuela?´ ´Todavía estoy dudando.´

Roland

Originalmente escrito en holandés para De TabaTreffer, la revista de club de fútbol Taba.

sábado, 23 de enero de 2010

¡Oye! ¡Tsss! ¡Tss!

Era al principio de los años ochenta cuando visité por primera vez España. El país me sorprendió. Ciudades magníficas, una naturaleza abundante y toda esta comida y bebida por precios absurdamente bajos (yo era un estudiante pobre). Sobre todo la facilidad en que se podía hacer contacto me atraía. Después de murmurar algunas palabras que parecían castellanas, siempre la gente estaba dispuesta de decir: ´Hablas bien el castellano.´ No era verdad, pero la mentira piadosa hacía que aprender la lengua fuese más atractivo. Entonces, no hacía mucho que España se había liberado de la dictadura de Franco y se podía percibir. Había curiosidad hacia el extranjero. La gente quería saber tu opinión sobre España. Preguntaban cómo se vivía en Holanda. Había más pobreza entonces en España. En las calles mendigaban discapacitados y también niños. Ha habido muchos cambios desde entonces, la mayoría favorables, en mi opinión. Pero desde luego también se echa de menos algunas cosas. Como el tsisear en las calles y en los bares.

Era un sonido que para mí era característico de España. Si quería pedir algo en un bar o en una terraza, no se podía esperar pacientemente probando de captar la mirada del camarero. Haciendo esto, nunca obtendría la bebida. Obligatoriamente se tenía que participar. ´¡Oye! ¡Tssss! Tssss!´ Un sonido producido entre los labios y los dientes. No se consideraba nada descortés producir este sonido en un local público. Al contrario. Los camareros reaccionaban inmediatamente. También cuando alguien veía un conocido en la calle, atraía la atención de esta persona con el mismo sonido. ¡Tssss! ¡Tssss! Se podía oírlo por todas partes. Siempre tardaba algunos días hasta que vencía mi timidez y me decidía participar alegremente en el coro de los tsiseadores.

En los años noventa lentamente el tsisear desaparecía como sonido característico. Más y más un movimiento con la cabeza bastaba para atraer la atención del camarero. En los bares se esperaba pacientemente hasta el turno para pedir respetuosamente una copa o una tapa. ¿Y hoy día? Vale, creo que casi nadie tsisea más.

Hace unos días estaba hablando con unos conocidos del Bierzo sobre el fenómeno. ´¿Por qué desapareció el tsisear?´ les pregunté. Me asombró mucho su respuesta que ellos no habían tsiseado en su vida. Porque es muy descortés hacerlo. Una falta de educación. En su memoria solamente se tsiseaba en bares de mala calaña. Seguramente nunca era una costumbre general. Tampoco en los ochenta.

Sus comentarios me confundieron. ¿Puede ser que este cambio cultural se producía tan gradualmente que los españoles mismos no se han dado cuenta? Como solamente se puede constatar que alguien ha envejecido, después de no haberse visto durante cierto tiempo. Si dos personas se encuentran cada día, los pequeños cambios se aceptan con obviedad. Como también pasa con los pequeños cambios de la propia cara que se ve cada día en el espejo.
¿O acaso yo estaba equivocado? Quizás al ser tan sorprendente para mí el tsisear de algunas personas, lo atribuía a todos los españoles. No estoy seguro. Pero creo que casi todo el mundo en España tsiseaba.

Roland

miércoles, 13 de enero de 2010

Funerales

Una tarde estuvimos tomando el té en la sala cuando llamaron a mi novia. Cogió el móvil y por su tono y expresión era clara que había malas noticias. Cuando se terminó la conversación dijo: ´Murió un padre de un amigo, tenemos que irnos.´ ´¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo?´ ´Ahora mismo. Vamos al tanatorio.´ Y nos fuimos inmediatamente. En el parking del tanatorio ya encontramos a muchos conocidos. Dentro había colas de gente esperando para dar el pésame a los hijos y la madre. Estos, desde luego, estaban completamente desconcertados. El padre había fallecido la noche pasada.

Me extraña mucho que, la tarde después de morir alguien, la familia ya tiene que recibir a todos los conocidos. ¿Por qué tanta prisa? Vale, porque el día después habrá el funeral. ¿Pero por qué tan rápido? Casi no hay tiempo para dar aviso a todos los miembros de familia, los amigos, los conocidos y los colegas. En Holanda, normalmente, hay más o menos una semana entre el fallecimiento y el funeral. Esto da tiempo para asimilar la peor tristeza y enviar cartas a todos los conocidos para avisarles del acontecimiento y escribirles cuándo será el momento de dar los pésames y cuando será el funeral o cremación. Existen sobres especiales para avisar de un fallecimiento. Tienen una estría negra para que los correos lo repartan cuanto antes.

El día después de la visita al tanatorio fuimos a la iglesia para despedirnos del padre del amigo. La iglesia estaba en un pequeño pueblo aquí en El Bierzo. Mientras esperábamos en la iglesia llenísima, de vez en cuando una mujer recitaba algo en voz alta y un coro de mujeres respondió, todo esto muy rítmicamente. Era bonito, a un lado, pero también un poco escalofriante. Empezó el servicio. Como ateo extranjero no entendí mucho. De vez en cuando tuvimos que levantarnos, de vez en cuando el cura decía algo y toda la gente en la iglesia respondió. Se leía en voz alto un trocito de la biblia, y al final, cantando, se llevaba el ataúd afuera al coche. Después los viejos del pueblo formaban una cola para obtener una hostia del cura. Mientras todo el servicio no había ni una palabra dedicado al hombre fallecido. Era todo rito; nada personal.

Hoy día, en Holanda es costumbre que en los funerales miembros de la familia o amigos pronuncian un discurso sobre el fallecido en que se recuerda su vida y lo que significaba para otra gente. Entre los discursos hay música elegida por la familia y los amigos. Normalmente se trata de la música favorita del fallecido.

Ya tres veces en mi vida murieron persones importantes para mí. Un amigo, mi padre y mi madre. Las tres veces me he dirigido a la gente en la sala del cementerio. Las tres veces he ayudado a elegir la música adecuada. Sentía bien hacerlo. Discutir con mi tío sobre quién va a decir qué sobre mi madre. Hablar con mis hermanos y amigos sobre la música que le gustó más al fallecido. Es una manera de asimilar y compartir la tristeza. Desde luego, hablar en público mientras sintiendo una tristeza tan profunda puede ser muy difícil. A veces se tiene que llorar. La gente que escucha llora. ¿Pero no es esto la razón de estar allí en esa sala del cementerio? Llorar juntos. Despedirnos con tristeza. A veces con una sonrisa cuando se recuerda un anécdota bonita de la vida del fallecido.

Todo esto echaba de menos durante el funeral aquí en El Bierzo.

Roland