lunes, 31 de diciembre de 2012

El segundo día de Navidad


¿Por qué en Holanda siempre se celebra dos días de las fiestas cristianas? El segundo día de Navidad, el lunes de Pascuas, el lunes de Pentecostés. Todos festivos. La verdad es que ni siquiera sé exactamente lo que estamos celebrando con Pentecostés, pero sí, siempre acepté el lunes libre agradecidamente.
En España hoy es un día  de trabajo. Pues, también en Holanda el segundo día de navidad pierde importancia. Creo que esta tarde puedo sin problemas hacer unas compras en los supermercados. Por suerte esto ha cambiado. Para parejas tiene su sentido tener dos días de Navidad. Un día para ir a la familia de la pareja, un día para ir a la propia familia. Pero nuestras familias viven bastante lejos la una de la otra. Este año celebramos Navidad separados.

Por suerte existen los medias de comunicación modernos. Por sms y videochat me enteré de lo que perdí en El Bierzo. Dos comidas muy amplias en un periodo muy corto. En España se celebra sobre todo la Noche Buena. Con una cena amplísima, desde luego. Con celos escuché el menú. No era poco. Muchos animales del mar fueron sacrificados. El día después le tocaba a un corderito. Esta noticia ya recibí con menos envidia, aunque el cordero al horno de mis suegros tiene fama entre la familia. Pero por favor, después de haber cenado hasta las doce de la noche con el necesario vino, turrones, licores y qué sé yo, es bastante difícil desarrollar suficiente apetito para una comida de fiesta con aperitivas y postres a las dos del día siguiente.

Mi propia comida de ayer tampoco despertaba muchos celos en El Bierzo. Dos sándwiches con queso y un vaso de leche fría. ‘Pero por la tarde cenamos como reyes,’ acabo de decir en una larga sesión de videochat culinario. ‘Fuimos al restaurante chino para traer comida para toda la familia.’ A pesar de la mala conexión pude distinguir claramente dos cejas bercianas levantadas. En navidad se debe estar cocinando todo el día. ‘Pero fuimos al chino bueno, ¿sabes?’, me expliqué rápidamente. Aquí cerca hay dos restaurantes chinos. Uno barato sencillo y uno más caro de buenísima cualidad. ‘¿Con pato de Beijing?’ Al fin sonaba algo de anhelo a una comida en Holanda en su voz. ‘Con muchísimo pato de Beijing,’ dije exagerando bastante.

A pesar de las sombrías noticias sobre crisis y pobreza, otra vez comida formaba el tema principal de nuestra conversación. ‘Cuando estás aquí la próxima semana te preparé col verde con patatas machacadas’ dije. (Tengo el don de poder entusiasmar a las mujeres.) ‘Y desayunamos con pan de navidad (con pases y relleno con pasta de almendra), o quizás te compro unos oliebollen calientes’ (buñuelos redondos que se come en año nuevo), seguí. ‘Y yo te traigo turrones, y quizás una botellita de cuturrús,’ respondió. Mi cara interrogativa sabía vencer la mala conexión. ‘¿No lo recuerdes? Es el licor del pueblo Las Médulas que hace poco nos ofrecieron en aquel restaurante.’ El recuerdo de este día estupendo me daba por un momento una fuerte nostalgia al Bierzo. ‘Y para noche vieja compraré las uvas,’ dije. Una de las ventajas de España sobre Holanda es la costumbre de comer uvas para celebrar el nuevo año, mientras en Holanda todo el mundo sale a la calle para encender fuegos artificiales. Aunque no sin peligro de atragantarse la costumbre española es menos peligrosa, hace menos ruido y es mucho más barata.

Y así decidimos celebrar noche vieja con una combinación de nuestras dos culturas. Oliebollen y uvas. ¡Viva la integración europea! Con este bueno propósito cerramos la conexión. Pues, ya eran las cinco de la tarde; la hora de los aperitivos en Holanda mientras en El Bierzo se necesitaba una siesta.


viernes, 7 de diciembre de 2012

La muerte de un juez de línea


No lo vi yo mismo porque estaba en un café cercano mirando el partido Real Madrid – Ajax. Además no había mucho interés por el partido. La gente estaba conversando con voces altos sobre otras cosas y solamente se molestaba mirar la pantalla para ver las repeticiones de los goles de Real Madrid. ‘¡Pero que paso de Moldric!’, gritaba alguien por un momento entusiasmado. En el descanso me fui a casa. Ya eran las nueve y media; casi la hora de la cena. Los horarios de la Liga de los Campeones no están armonizados con el ritmo español. Cuando llegué Ana me dijo: ‘Holanda salió en las noticias.’ ‘¿Oh?’ Ya me estaba preocupándome. Normalmente no noticias son las mejores noticias. ‘Han matado a un arbitro de línea a patadas y ahora todo el país parece estar en un estado de choque’ continuó Ana.

El próximo día, cuando estuve online, leí en la prensa holandesa lo que había pasado. Se trataba de un padre de un jugador del club De Buitenboys, que era el juez de línea en los partidos del equipo de su hijo. Unos adversarios de 15, 16 años pensaban que no era imparcial y le daban patadas mientras estaba en el suelo. El día después murió en el hospital.

Estas noticias impresionaban mucho en Holanda. En Facebook vi pasar muchos comentarios. También recibí un mail del líder de mi viejo equipo que este fin de semana no habría un partido. La federación había cancelado todos los partidos de los aficionados por el acontecimiento tan grave. El próximo fin de semana debe ser un momento de reflexión. También mi viejo club Taba participará en esto. En su página web apareció una noticia en que se llamaba a todos los miembros, amigos y familia de venir el domingo a la cantina para hablar y pensar sobre fútbol y violencia. Lo mismo pasará en muchas cantinas en Holanda este fin de semana.

Había una cosa en todo eso que me extrañó. ¿Por qué solamente cancelaban los partidos de los aficionados y no los de los profesionales? ¿Los profesionales también podrían mostrar su solidaridad. Cancelar los partidos de la primera liga de Holanda hubiera dado más impacto. Pero no, el fútbol profesional es demasiado importante. Se trata de dinero. Y no poco. El fútbol profesional seguramente contribuye a la agresividad en los partidos de los aficionados. Dan el ejemplo malo con sus faltas duras, con siempre tirar y empujar cuando hay un córner, con siempre reclamar la pelota cuando hay un saque de línea, la agresividad verbal, entrenadores que culpan los árbitros. Los niños lo imitan. Hasta los veteranos lo imitan; lo se por experiencia. Este fin de semana los niños no tienen partidos pero el domingo pueden ver las faltas profesionales en el programa de deportes en la tele.

Desde luego también nuestro populista Geert Wilders se mezclaba en la discusión. Los chicos detenidos son todos de origen marroquí. Entonces él dijo que no se tratara de un problema de fútbol, sino de un problema de marroquíes. La verdad es que lo uno no está en contradicción con lo otro. Un deporte popular como el fútbol es un reflejo de la sociedad con todos los problemas sociales. Pero demasiadas veces jugué contra personas absolutamente locas para pensar que el fútbol no tenga un problema con la agresividad. Unas veces yo mismo era árbitro. Por la misma razón de este juez de línea, me parece, porque un equipo de mi club no tenía un árbitro y la federación solamente apunta árbitros oficiales a los partidos de altos niveles. Entonces pasé unos de los momentos de más soledad de mi vida. Algunas personas cambian en seres irrazonables cuando se fatigan y alguien toma decisiones en contra sus intereses directos. Como árbitro te insultan, te amenazan y tienes que hacer mucha esfuerza para que no escale la violencia.

¿Y en España hay menos agresividad en el fútbol? La verdad es que no lo se. Los partidos entre Barcelona y Real Madrid pueden caldear los ánimos bastante. Por ejemplo, mi propio suegro está tan en contra de Real Madrid, que en comparación Mourinho parece ser un hombre muy razonable. Unas veces fui a ver un partido aquí en Ponferrada, también para ver si acaso habría un equipo de mi nivel. De esto nada. Parece que en España no se puede jugar mal al fútbol. Mientras jugar mal al fútbol puede ser tan agradable, si todos aceptamos que jugamos muy mal. Lo que me llamaba la atención es que el fútbol parecía bastante civilizado. Se aceptaba las decisiones de los árbitros. Desde luego Ponferrada es una ciudad pequeña en un ambiente muy rural. Quizás incomparable con Ámsterdam o cualquier otra ciudad en Holanda.

Esperamos que la muerte del juez de línea en Holanda cambie algo y que el fútbol otra vez puede ser lo que deba ser: todos a correr detrás de una pelota. Entonces, durante mis visitas a Holanda participaré con mucho gusto en los partidos de los veteranos de Taba.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Ida y vuelta otra vez


Ayer tarde llegué al aeropuerto Schiphol. Estaba vestido de invierno. Un abrigo largo, una bufanda gorda. Pero los vestidos resultaban exagerados. En Ámsterdam no hacía más frío que en Ponferrada. Tal vez la temperatura era más alta, pero con más viento.
Un autobús me traía a la casa de mi bueno viejo tío Yaap. Un reencuentro agradable, aunque no hacía mucho que nos vimos. Tomamos una ginebra  y hablamos de los acontecimientos recientes. La familia. La economía en España y Holanda. Las elecciones en los EEUU. El nuevo gobierno de Holanda. En muchas cosas estuvimos de acuerdo, lo cual nos daba una buena sensación. Tomamos otra ginebra.
Hoy me desperté un poco confuso. ¿Dónde estaba? Ah, si, en Holanda. Por suerte todavía no tenía que trabajar. Un día para aclimatarse. Desayunar con  un bocadillo integral con melaza de manzana. Después un bizcocho rellenado con manjar. Quizás tenía razón una amiga holandesa que la última vez que nos vimos exclamó: ‘¡La verdad es que tu eres tan holandés!’ Para la comida compré unos arenques en la pescadería. El pescadero me reconoció. Es curioso. Que tanto el pescadero en Holanda como la pescadera en Ponferrada me saludan como un buen conocido.

No es que en El Bierzo echo mucho de menos la comida holandesa. Pues bien, algunos alimentos no se pueden obtener en Ponferrada: choucroute, col verde holandés, salchicha ahumada, arenque, anguila ahumada, melaza de manzana. Estas cosas como como un loco cuando estoy aquí. Lo que es mejor en Holanda es agua del grifo y leche. Pero la verdad es que la mayoría de los alimentos en El Bierzo son de una cualidad más alta que en Holanda. Y hay más variedad. Por ejemplo: la pescadería. En Ponferrada mi pescadera trabaja en el supermercado del barrio, pero ella tiene un surtido como en Holanda solamente se puede encontrar en tiendas muy especializadas o en el mercado internacional en la Calle de Albert Cuyp. Lo que parecía faltar en Ponferrada era anguila viva. Toda la anguila que había era ´tan muerta como una pierda, como solía decir mi madre cuando no quería comprar la anguila. Pero por casualidad descubrí este año en el mercado de abastos un puesto con anguila viva. La compré inmediatamente, pues anguila estofada es una de mis favoritas. La pescadera berciana claramente tenía menos experiencia en matar una anguila que el pescadero en Ámsterdam. El animal escapó de sus manos y se arrastraba con la cabeza erigida sobre los muertos pescados. Con mucha esfuerza la pescadera sabía coger el animal resbaladizo,  lo ponía sobre el tajo y cortaba con peligro de sus propias manos la cabeza. La sangre salpicó sobre su delantal. ‘¿Cuantas quieres?’ me preguntó. ‘Solamente tres,’ dije casi disculpándome. Después la escena se repitió dos veces más. Pues bien, la anguila en salsa verde no sabía nada menos por todo esto.

En el mismo mercado en Ponferrada se puede encontrar las casquerías con cosas que en Holanda no mucha gente comiera en su forma reconocible: cabezas, patas, tripas, lenguas, orejas, pulmones, cerebros, cojones, corazones, riñones, mollejas, en fin, todo lo que se puede imaginar. Allí compro el hígado de ternera o rabo de toro. También de vez en cuando mollejas, pero no demasiado porque, como decía la propietaria de la casquería misma, no son muy sanas. Allí una vez mi pareja (de hecho) compro una vez un sábado algo muy especial para mí. ‘¡Mira, una sorpresa!, dijo, mientras abrió el papel y mostró una cabeza de  un corderito cortado en dos mitades. Cerebro, ojos, orejas, lengüita; por suerte no había pelos. ‘¿Qué vas a hacer con esto?’ la pregunté con una mezcla de horror y curiosidad. ‘¡Tu vas a ver!’ respondió. Ponía las dos mitades de la cabeza en un adobo de aceite, ajo y perejil. Después de unas horas las ponía en el horno. ¡Muy rica!

De tanto escribir sobre comida me hace hambriento. Mira encima de mi laptop a mi tío Yaap y pregunto: ‘¿Yaap, ya pongo el col verde y las patatas al fuego?’ ‘Buen idea’, responde.



martes, 30 de octubre de 2012

Gangas


Un wok, un cascanueces, un pantalón de esquí, dos rollos de cinta adhesiva, una caja de velas, cordones. Estos son, creo, los artículos que compré en una tienda china desde que vivo en Ponferrada. Hay muchas de estas tiendas en España. En Ponferrada unas docenas. Venden de todo y muy barato. Y para decir la verdad, de baja cualidad. El cascanueces, por ejemplo, ya quebró cuando lo probé en una primera almendra. En el wok, al otro lado, todavía cocina de vez en cuando comidas con un toque asiático. El pantalón de esquí no he utilizado mucho, pero no me frenaba nada cuando bajé las pistas azules y rojas de la estación de esquí Leitariegos. La verdad es que pudiera haber comprado más ropa en las tiendas china si no fuera por mi fija consejera de vestuario que, como ella decía, tenía que protegerme contra mi mismo y me lo desaconsejó tanto comprar la ropa barata que parecía una prohibición.

En Holanda no conocemos el fenómeno de la tienda china barata. Cuando digo que voy al chino piensan que se trata de un restaurante chino. De estos hay un montón allí, muy baratos normalmente, aunque crece el número de los más lujos restaurantes chinos con la cocina auténtica. Las tiendas chinas en los barrios chinos de las grandes ciudades holandeses son incomparables con las tiendas en España. Venden porcelana china y palillos con dibujos bonitos. Allí los chinos mismos son los clientes principales. En las tiendas en España vienen sobre todo los españoles y algún guiri que buscan gangas. 

Como tantos bercianos muchas veces me había preguntado como era posible que las tiendas chinas tuvieran suficiente ganancias para poder comprar estos locales tan amplios en las calles de compras principales. Desde luego, los costos laborales deben ser bajos. Los dependientes parecen trabajar todo el día sin pausas. Se puede dudar si reciban el salario mínimo (que por cierto en España es solamente €641,40; la evidencia que un sueldo mínimo muy bajo no significa un mejor funcionamiento del mercado laboral). También las tiendas chinas saben utilizar el espacio muy eficientemente, aunque todo está puesto bastante caóticamente. No obstante, ¿de dónde vendrían las ganancias? Había rumores sobre blanquear dinero. Que no pagaban impuestos. Y desde luego que hacen caso omiso a las leyes laborales.

Al menos esto de blanquear dinero parece ser verdad. Hace poco había una redada en la empresa de hasta ahora respetado hombre de negocios Gao Ping, apodado El Emperador. La policía encontró cajas con billetes por valor de varios millones. Se revelaba que esta mafia forzaba con violencia a los propietarios de las tiendas chinas  pagar las deudas. Los artículos baratos eran importados clandestinamente. Un negocio sucio tras otro. También empresas españolas estaban implicadas. Si pagaban una comisión podían blanquear su dinero.

Quedan muchas preguntas. ¿Por qué la banda operaba en España y podía hacer sus negocios sucios por tanto tiempo? ¿Cómo afecta este caso a la imagen de los chinos en España?* ¿Qué pasará con las tiendas en Ponferrada? Y sobre todo con las personas trabajando en ellas. Pienso por ejemplo en la chica a quién pagué mis dos rollos de cinta adhesiva. Cuando volvió los 20 céntimos de vuelta le dije en mi mejor mandarín: ‘xie xie.’ Gracias. Su cara cansada se alumbró inmediatamente y me dijo algo en mandarín que, desde luego, no entendí. Respondí con las únicas otras palabras que me quedaban de un viaje a China de hace mucho: ‘Zai jian.’ Adiós. ‘¡Zai  jian!’ respondió entusiasmada y después: ‘¡Y muchas gracias!’. ¿Qué será de ella?

*La imagen de los chinos ya parece ser bastante baja. Véase por ejemplo este alucinante discurso de un catedrático de una universidad española: http://www.youtube.com/watch?v=zbbhNGNLDRg


sábado, 20 de octubre de 2012

Echar la culpa


Al principio de octubre volví al Bierzo. Los ánimos no se habían alegrado mucho. Cuando saludas a alguien en la calle con ‘¿Qué tal?’, casi nunca responden con: ‘¡Bien! ¿Y tú?’ Cada vez más las respuestas son palabras como: ‘Aquí estamos’ o ‘Vamos tirando.’ Después, la conversación inevitablemente desemboca en La Crisis. Es un tema que ya en los medios de comunicación reinaba gloriosamente, y que ahora también ha tomado posesión de las conversaciones en los bares y las calles. Una vez oía decir a un político cuando presentaba un grupo de música en una fiesta: ‘Los tiempos son duros, pero espero que la música de este grupo puede hacernos olvidar la crisis y sus consecuencias.’ Después de estas palabras pocas estimulantes el ambiente no se ponía muy festivo.

El pesimismo que aprieta al país también influye en el comportamiento de los consumidores. Si, también en el mío. Noto que quiero gastar menos. Nada de una semanita a las Canarias, aunque sería posible. Porque nunca se sabe, quizás todo terminará mal y necesitaremos el dinero en un futuro próximo. Y así piensan muchos. Se puede notar en la escena callejera. Cada vez más tiendas cierran. Las únicas que parecen florecer son las tiendas donde puedes vender algo. ‘Compro Oro’ se puede leer por todos lados. Hay docenas de estas tiendas en Ponferrada. Con las ventanas blindadas para que la gente pueda vender sus joyas anónimamente.

El efecto multiplicador, explico a menudo a mis estudiantes, hace que los recortes no sean muy eficaces para disminuir el déficit del Estado. Si no voy de vacaciones., la casa rural en Las Canarias tiene menos clientes y compra menos sábanas. La fábrica de sábanas tiene que despedir empleados. Así se recorta la economía misma. Si pones más dinero en el sistema, el efecto multiplicador tendrá un efecto positivo. ¡De vacaciones! La casa rural está completa. La fábrica de sábanas contrata más obreros.

¿Pero de dónde tiene que venir el dinero para estimular la economía? Pedir prestado a los alemanes, por ejemplo. Porque ellos mismos pueden obtener dinero barato. Pero los alemanes no tienen confianza. Angela Merkel cuida los impuestos alemanes. Hay gente en los países del sur de Europa que la dan la culpa de todos los problemas económicos a ella. Pero Merkel sabe que una gran parte de sus votantes culpan a los gobiernos de los países del sur. Y que el próximo año habrá elecciones en Alemania.  

Hay más sospechosos habituales para culpar. Los banqueros, por ejemplo. Estos daban de manera irresponsable créditos y aunque todo iba mal sabían enriquecerse muchísimo. Desde luego debían haber sido controlado mejor por los políticos. Entonces, son los políticos los que tienen la culpa. Pero también los políticos quieren echar la culpa a alguien. Los del PP a los del PSOE y vice versa. Los políticos catalanes dan la culpa a los políticos castellanos. Y el gobierno echa la culpa de la disminución de la confianza en España a los catalanes por su discurso sobre la independencia. Como tantas veces antes en la historia el nacionalismo florece abundantemente en esta crisis.

Esto echar la culpa a otros a veces me hace sentir inseguro. Quizás habrá un día en lo cual alguien en la calle me gritará: ‘¡Mira! ¡Un alemán! ¡Estos tienen la culpa de todo!’ (Por suerte no parezco a un banquero o político) ¿Qué tengo que decir? ¿Scheveningen? Es el nombre de una ciudad en Holanda que se utilizaba durante la ocupación de los nazis como contraseña porque era imposible de pronunciar por un alemán: Sjefeningen. Pero los españoles no lo saben. Y aunque lo supieran, ¿Cuál sería la diferencia? Esta vez Holanda está en el campo de Alemania. Tendré que decir: ‘Lo siento. Tampoco no entiendo nada. Soy un guiri inocente. No tengo la culpa.’ 



sábado, 29 de septiembre de 2012

ZARA MAN


Es un sábado en septiembre en Ámsterdam. Estoy poniendo mi ropa de fútbol en mi bolsa. Estoy en Holanda para trabajar, pero desde luego aprovecho la oportunidad para jugar un partido con mi viejo equipo. A ver. ¿Cómo era? Pantalón corto, camiseta, espinilleras, zapatos, calcetines, toalla y un slip fresco. Esto debe ser todo. Nada puede evitar un partido espléndido. El tiempo en todo caso es maravilloso. ¡Un momentito! ¡Esto no debo hacer! Con alivio saco el slip de la marca Zara de mi bolsa de deporte y pongo otro de una marca desconocida que una vez compré en el mercado de Ponferrada.

El slip no es mi único vestido de la cadena de Zara. Tengo por ejemplo un bonito jersey roso, un pantalón negro más o menos pijo para trabajar y una camiseta de rayos marón y blanco. Son vestidos bastante estilosos que compré por un precio más que razonable durante las rebajas en Ponferrada. La diferencia en precio entre las rebajas y los otros meses es tan considerable que sería un ladrón de mi propia cartera si comprara ropa afuera de los meses baratos. Y gracias a mi fija consejera de vestuario tengo hoy día un guardarropa lleno de prendas adecuadas para cualquiera ocasión. Por cierto, el slip de Zara hoy no voy a llevar.

No, no es que tengo miedo de críticos sociales de mis camaradas del fútbol. Quizás ni siquiera conozcan a Zara. En España siempre hay mucha crítica desde el lado izquierdo a la compañía gallega. Parcialmente es la envidia que gente con éxito o dinero siempre provoca. Hasta chicos laborosos como Messi y Cristiano Ronaldo no saben escapar de estas críticas. Yo mismo no pertenezco a los que piensan que sea ridícula que alguien gane mucho dinero. Si, por ejemplo, me ofrecieran mucho dinero para poder publicar mi blog, vale, no creo que tendría mucha duda en aceptar la oferta. Porque no molesta a nadie. Al contrario, por vía de impuestos contribuiría a educación para todos y mejoramiento de la infraestructura. Estaría bien, ¿verdad?

Pero también hay una crítica más fundamental sobre Zara. La producción lo hacen por gran parte en países dónde los derechos laborales casi no existen. La compañía está acusada de utilizar trabajo de niños. Una vez he buscado en la página web de Zara para ver lo que dicen ellos mismos de este asunto. No obreros de menos de 16 años, es lo que mantienen. ¿Pero eso es verdad? ¿Y que tal las otras marcas? ¿Son mejores? ¿Estos slips del mercado tan baratos, por ejemplo? Tener ideales y respectarlos a veces sale caro.

Que no quiero llevar hoy mi slip no tiene que ver con las circunstancias laborales. Se trata de las letras que están escrito bastante grande en el cinturón del slip: ZARA MAN. Mi viejo equipo ya juega en la competición de los veteranos, pero esto no significa que han perdido un sentido de humor que es casi infantil. Si vieran el texto estoy seguro que gritarían en coro: ‘Is it a bird? Is it a plane? No, it is ZARA MAN!’ (¿Es un ave? ¿Es un avión? ¡No, es ZARA MAN!). Yo lo haría en todo caso. Pero esto no significa que quiero ser la víctima de este tipo de humor.

Es lunes. Con las piernas todavía tiesas por el partido de sábado que desde luego perdimos estoy explicando a una clase de estudiantes el funcionamiento del mecanismo de oferta y demanda. En la pausa unas chicas chinas vienen a mí. Quieren saber si es verdad que vivo en España. Que si. ¿Y el tiempo allí es tanto mejor que en Holanda? Desde luego. ¿Sería fácil encontrar trabajo en España una vez que terminaban sus estudios? Que no, no sería fácil. Una chica sabe una empresa por la cual le gustaría trabajar. Zara. Les cuento que yo también compro mucha ropa de esta compañía. Dudo un momento antes de dejar caer mi pantalón justamente suficiente para mostrar el texto. El resultado es unas risitas. Pero a ninguna de ellas ocurre decir: ‘Is it a bird? Is it a plane? No, it is ZARA MAN.’ 


miércoles, 12 de septiembre de 2012

El viaje


En el coche
Es sábado el 1 de septiembre. Nos levantamos pronto. Tuve una noche intranquila. Todavía viajar me hace nervioso. Aunque he hecho este viaje tantas veces. Pongo mi equipaje en el maletero y me siento en la silla del copiloto. Salimos el garaje. Va a ser otro día maravilloso. Quizás septiembre es el mes más bonito en El Bierzo. Lo voy a echar de menos: las viñas en los primeros colores del otoño; la luz oblicua del sol otoñal sobre los picos de la montaña; los días calientes con las noches frías. Acercamos la estación de los autobuses sin hablar mucho. Todavía despedirnos es difícil. Aunque es solamente para unas semanas. Salgo del coche y cojo mi maleta. Quizás esto era el último viaje con coche de este mes.

En el autobús
Este país es vacío. Los campos vacíos. Las autovías vacías. Será un cambio grande. Este mes voy a viajar entre Ámsterdam y Rotterdam. Quizás la región más poblada del mundo. Con una velocidad constante el autobús cruza la meseta en la dirección de Madrid. Intento leer El País. Otro artículo sobre la crisis. Mis párpados pesan más y más.

En el metro
En Estación Sur noto que mi abono de viajes no más funciona. En una máquina compro un billete sencillo a Barajas. Bajo las escaleras al andén. También este parte del viaje puedo soñar. El Circular hasta Estación Nuevos Ministerios. Allí cambiar a línea 8. A medida que el metro acerca el aeropuerto el número de viajeros con maletas y mochilas crece. Bajo en T4. Para salir de la estación del metro pongo mi billete en la ranura al lado de las puertitas correderas. La maquina hace un sonido chillado. Las puertitas no se abren. Otra vez. Nada. Asombrado miro alrededor. Por todos lados hay máquinas para comprar un suplemento. No hay otra solución. ¡Tres euros! Pero ahora las puertitas se abren. Ando al servicio de información del metro para explicar la situación. Que ya había comprado un billete de dos euros y que por error tenía que comprar otro para poder salir de la estación. La mujer mueve la cabeza afirmativamente. Es correcto. Un suplemento para el aeropuerto. Le respondo: ‘Eso es un atraco.’ Son las palabras que había oído utilizar mi suegro cuando comimos en restaurante caro. La mujer responde pacientemente: ‘Es una decisión de Madrid.’

En el avión
No me gusta volar. Por suerte puedo escribir un poco. Y también preparar las clases de economía que voy a dar este mes. Por la ventana veo que estamos acercando al destino. Esto debe ser Amberes. Mira: los diques de la delta al sur de Rotterdam. Una vista impresionante. El aterrizaje es suave. Después sigue el largo camino del avión sobre el suelo hacia la esclusa. Ahora estoy de veras cansado del viaje. No falta mucho.

En el autobús
¡Es el colmo! Mi abono de transporte público se había caducado. Ahora tenía que comprar una nueva tarjeta chip para el transporte público. Otra vez € 7,50. Y esto todavía sin saldo. ¡Los turistas son la vaca lechera de esta crisis! Es lo que dije al hombre en el estanco del Renfe holandés. ‘A extranjeros siempre aconsejo comprar billetes sueltos,’ respondió. ‘¡Pero son muy caros!’ La misma reacción paciente como in Madrid. ‘La decisión viene de arriba.’ Por suerte estoy ahora en el autobús en dirección de Ámsterdam.

Sobre la bicicleta
Es domingo el 2 de septiembre. El sol brilla. Voy con bici por el Vondelpark. Por todos lados veo gente alegre. Qué diferencia con el malhumor y pesimismo que la crisis parece generar en España. Lo sé. La alegría viene del buen tiempo. Todo el verano había lluvia. Un día hermoso pinta Holanda en colores alegres. Seguramente también hay muchas personas descontentas. Tenemos partidos políticos especiales para ellas. En toda la ciudad se puede leer los eslóganes en los posters para las elecciones. Un poster tiene como texto: ‘Onbeperkt alles!’ ¡Todo, sin límites! Cuando miro mejor veo que no se trata de un eslogan político sino de un anuncio para internet. Sin no, un partido con un eslogan como este tendría una posibilidad de atraer a los votantes decepcionados en otros partidos. Tomo una foto con mi móvil y continuo con mi ruta. ¿Por dónde iré ahora?


martes, 28 de agosto de 2012

Deportes


Con movimientos angulosos las chicas españolas andan al borde de la piscina, donde en una pose conjunta dibujan dos peces. La música empieza. Saltan en el agua donde continúan con su rutina. Es increíble como hacen todo sincronizadas. Y todo el tiempo están sonriendo. En los primeros planos se puede ver que las sonrisas son crispadas. Desde luego. Esto es un deporte muy duro. A pesar de eso, es extraño que lo esté viendo.  Un deporte que está decido por jurado. Nunca lo hubiera hecho en Holanda.

Son las cuatro de la tarde. Es la hora a la que solemos digerir la comida en el sofá mientras vemos nuestra serie favorita Amar en Tiempos Revueltos. Con estos actores estupendos. Por mala suerte han parado la novela durante los meses de verano. No creo que el gobierno del PP paró esta novela de signo claramente de izquierdas y progresista. En España la televisión pública está completamente en manos del partido que gobierne. Nuevos presentadores son elegidos al dedo. También los programas mismos van a cambiar. Por ejemplo, volverán los toros, cómo símbolo del estado central. Pero un programa tan popular como La Novela el gobierno no se atrevería a tocar. Solamente durante estos meses. Porque hay algo todavía más popular. Deportes.

Todo empezó con la copa de Europa de fútbol. Que La Novela desapareció por eso temporalmente de la pantalla, vale, ningún problema para mí. Era muy agradable digerir la comida mientras en la televisión podía ver que el fútbol en Holanda se había deteriorado bastante desde que salí del país. Otra vez, España jugaba maravillosamente, sobre todo durante el final. Pero después venía el torneo de Wimbledon y la Vuelta de Francia. ¿Todavía hay gente que mira todo esto? Por cierto, aquí en España la popularidad de estos eventos disminuyó considerablemente por la herida de Nadal y la descalificación de Contador. Porque la verdad es que ver deportes es sobre todo interesante cuando se puede identificar con un los favoritos.

Eso se puede ver reflejado en los imágenes de los Juegos Olímpicos en la televisión. Cada país tiene sus propios Juegos. Aquí en España vemos natación sincronizada, taekwondo, baloncesto, balonmano, judo y deportes de agua. En Holanda piensan que todo el mundo sabe quienes son Ranomi Kromowidjojo (oro 100 metros natación mujeres) y Epke Zonderland  (oro en gimnasia). Recuerdo que en un año antes de la hegemonía de internet estaba en Madrid durante los Juegos Olímpicos de invierno y quería saber si Holanda había ganado otra vez una medalla en el patinaje de pista. Imposible saberlo. Ningún periódico o programa de la televisión mencionó ni siquiera la existencia de este deporte, que en efecto debe ser uno de los deportes más aburridos para ver en el mundo. Se mira un reloj y dos personas patinando todo el tiempo la misma ronda. Pero cuando era niño, estaba en frente de la televisión con un papel para notar los intervalos del tiempo. ‘¡Una ronda de 37 secundas; es increíble!,’ me pudieron oír gritar los vecinos. El éxito casi seguro de Holanda no frenaba mi entusiasmo. De vez en cuando había algunos americanos que practicaban patinaje de línea a quienes también le parecía divertido ganar unas medallas en patinaje de hielo, lo que generaba que se animase la competición. En estos años hasta miraba el patinaje artístico porque una holandesa, Sjoukje Dijkstra, ganó medallas. Hasta ahora sé, por ejemplo, lo que es un doble Axel.

Desde el sofa vemos como las chicas españolas han acabado su rutina de natación sincronizada. Ahora vienen los resultados del jurado. Como esperado mucho mejor que las chicas egipcias que nadaban antes de ellas. Y no tengo ningún idea porque.

martes, 14 de agosto de 2012

Mutriku


Este camping es ideal. Vistas al mar. El golfo de Vizcaya. A la izquierda abajo justamente se puede ver las últimas casas del puerto de Mutriku. Lo demás del pueblo está escondido en la verde bahía. Lentamente muere la tarde. Tomamos un último vasito de txakoli. Vino joven de aquí. Un jersey es necesario. Las noches vascas son más fresquitas que las del Bierzo. Estas son vacaciones como deben ser. Pues, bien, casi. Alrededor de mí estoy escuchando holandés.

Y pensé que lo había superado. Esta compulsión de evitar tanto como posible compatriotas durante un viaje. Recuerdo como la última vez que estaba en El Parque de Ordesa el placer de la caminata al lado de un arroyo corriente con muchas cascadas espectaculares era completamente destrozado porque tantas personas que iban en la dirección contraria me saludaban con: ‘Goedemiddag. Mooi hé’ (Buenas tardes. ¿Qué bonito, ¿no?) ¿Por eso había viajado más que 1500 kilómetros? Desde entonces borré El Parque de Ordesa de mi lista de destinos de viaje y lo sustituí por montañas más remotas. Pero holandeses están por todos lados.

Creo que muchos holandeses aquí en el camping comparten mi aversión contra encontrar compatriotas. Hace un rato, cuando estuve fregando los platos, se ponía a mi lado una mujer holandesa. De una manera los holandeses siempre nos reconocemos. A pesar de eso decimos, sea un poco dudosamente: ‘Hola’. Después fregamos silenciosos nuestros platos, ella con su cepillo holandés y yo con mi esponja. Cuando salí, dije ‘tot ziens’ (adiós), con lo cual quebré un código no escrito. Al volver con mis platos de plástico a la tienda, Ana me preguntó: ‘¿Hablaste un poco holandés?’ Ella sabe como lo echo de menos de vez en cuando. ‘No me gusta encontrarlos en vacaciones,’ respondí ceñudo. ‘Pues, la verdad es que el camping es muy tranquilo con todos estos holandeses,’ dijo. Era verdad. Ya eran las once de la noche, pero no se oía a nadie. La gente ya se acostaba.

Y ahora, mientras estamos disfrutando nuestro txakoli, hablamos sobre las diferencias en los caracteres de los pueblos. En mi opinión no hay tantas diferencias. Esta costa verde con lluvias atrae a un tipo de turista que es un poco más aventurero. Quieren descubrir la cultura y la naturaleza. Si vas a las playas con sol y discos vas a ver otro tipo de turismo. ¿Pero sabrán tus turistas tan aventureros que estén en el País Vasco?, pregunta Ana. Casi imposible no saberlo. En las calles de Mutriku hay por todos lados pancartas que llaman al traslado de los prisioneros del ETA al país vasco o que llaman a una amnistía total.

He aprendido que eslóganes en los muros no siempre representan lo que piensa la mayoría de la gente. En Ponferrada hay por todos lados eslóganes que dicen que El Bierzo debería ser gallego o que se debería hablar llionés. Pero la verdad es que nunca he encontrado a nadie en El Bierzo que de veras piensa que ser o hablar gallego o lionés es de verdad tan importante. Tengo la impresión que se trata de muy pocas personas, quizás solamente dos, que andan por las calles nocturnas de Ponferrada para rayar o borrar con typp-ex los eslóganes del otro y sustituirlos por los de su nación preferida. Hasta puede ser que se trata de una persona sola. Alguien con la personalidad desdoblada. ‘Humor holandés’ es la reacción de Ana a mi perorata. Siempre dudo si esto es una cualificación positiva o negativa.

En el país vasco las cosas parecen ser diferente. Los carteles están colgados en ventanas de casas privadas. También en celebraciones oficiales se ve carteles sobre el regreso de los prisioneros del ETA al país vasco. Para un guiri esto muestro de solidaridad con un movimiento violento y ultranacionalista es incomprensible. A veces provoca sentimientos incómodos. Ayer estuvimos en el pueblo de Orio para ver la regata de las traineras. El equipo de Orio ganó y esto se celebró en la plaza central. Daban a toda la gente un papelito con un texto en vasco para cantar. Probamos entender el texto, pero era imposible. Entonces, no cantábamos. Porque nunca se sabe de que se trate.

De pronto suena: ‘¡schchss!’ ¿Holandeses? ¿O los españoles de la tienda a la izquierda? En todo caso, el mensaje es claro. ¡Silencio! Stilte! Estamos hablando con voces demasiadas altas. Callados cogemos nuestros neceseres y andamos en la dirección del edificio de los baños.


miércoles, 25 de julio de 2012

¡Qué hagamos el amor!


Es sorprendente como la blasfemia estándar en el castellano y en el holandés se parece en sonido. Un holandés que se quema con el sartén pide a dios que le condene: ‘¡Godverdomme!’ Un español llama en circunstancias iguales al acto sexual: ‘¡Joder!’ Porque en holandés la letra g está siempre pronunciado como una jota, el sonido es casi igual y basta decir en holandés ‘¡gggooo!’ o en castellano ‘¡jjjjooo!’ para hacer claro lo que quieres expresar.

No es mi intención dar aquí una amplia explicación sociolingüística del fenómeno que holandeses llaman a dios en caso de un accidente y españoles llaman al acto sexual. Las palabras perdieron mucho de su sentido original. Aunque nunca recibí ninguna educación religiosa, yo también digo de vez en cuando godverdomme. Quizás es el sonido de una jota raspante que hace las palabras tan adecuadas para blasfemar.

Tuve que pensar en las diferentes maneras de blasfemar cuando vi en las noticias que una representante del PP gritó ‘¡Qué se jodan!´ cuando los recortes en los subsidios de los desempleos eran proclamados (para verlo, hace click aqui). En inglés se puede casi literalmente traducir estas palabras con: ‘¡Let them fuck themselves!’ Para la mejor traducción en holandés no vale ni invocar a dios ni exclamar el acto sexual, pero tenemos que buscar en la dirección de desear a alguien una enfermedad grave: ‘¡Laat ze de kolere krijgen!’ (¡Qué tengan la cólera!)

La mujer en cuestión, Andrea Fabra, declaraba el día después que sus palabras no estaban dirigidas a los parados, aunque si tenía esta apariencia, pero a los miembros del PSOE. Con esto se cerró el asunto polémico. Por cierto, Andrea Fabra es la hija del cacique Carlos Fabra que en este momento está bajo sospecha de diferentes casos de corrupción. Con su famoso aeropuerto de Castellón obtenía cierta fama en toda Europa. Este aeropuerto sin aviones está considerado como el símbolo de los proyectos sin sentido que realizaban los políticos en colaboración con empresas de amiguitos y cajas de ahorros en manos de los mismos políticos. En frente del aeropuerto habrá una estatua que representa al mismo Carlos Fabra. Esto es como decir a toda España: ‘¡Qué os jodáis!’

Con políticos como estos a nadie le puede extrañar que la autonomía de la comunidad Valenciana está en este momento en grandes problemas financieras. Tampoco la caja de ahorros de Valencia, ahora parte de la famosa Bankia, era exactamente lo que se puede llamar la entidad financiera más confiable del mundo. El estado central de España deberá dar apoyo financiera y si las apariencias no engañan Europa tendrá que apoyar a España.

Esta semana recibí un mensaje del estado de Holanda que puedo votar en septiembre en las elecciones generales de Holanda. Es triste, pero parece que con mi voto puedo influir más en la situación financiera en España que si pudiera votar en España. Europa va a ser el asunto más importante de estás elecciones. Voy a votar a uno de los partidos pro-europeos. Desde luego. Formo la mitad de una pareja de amor europeo, que tiene su origen en una de las formas más exitosas de cooperación europea: Interrail. En mi opinión deben venir los eurobonos, fondos de rescate y un BCE que interviene directamente en los mercados financieros. Desde luego se debe poner condiciones a los créditos y las garantías; condiciones éticas, sobre todo. Y que no os preocupéis, alemanes, holandeses y finlandeses, la mayoría de los españoles es gente decente y está harta de los políticos corruptos. Algo está cambiando aquí. Mala administración como en Valencia nunca más debe ocurrir. ¡Qué nadie se joda! ¡Qué hagamos el amor!


lunes, 16 de julio de 2012

Dos Bercianos en Barcelona


¿Cuántas veces he estado en Barcelona? Es difícil saberlo. La primera vez fue en 1982. Interrail. Nunca en mi vida olvidaré el momento en el cual mis amigos y yo, después de un largo viaje por la noche, llegamos en un tren repleto que se tambaleaba. Nos asomamos a las ventanas y vimos pasar los barrios caóticos de las afueras de Barcelona bajo el sonido rítmico de las ruedas sobre les railes y las señales frecuentes de la flauta de vapor. Bajamos en la Estación de Francia y miramos todo con asombro. ¡Qué ciudad!

Fue mi primer viaje a España. Muchos siguieron, pero casi nunca sin pasar por Barcelona. Allí nuestros amigos catalanes nos mostraron los rincones escondidos de la ciudad. También nos daban avisos valiosos sobre cómo continuar el viaje de interrail. Sobre un mapa de España escribieron en frente de la costa de Galicia: ‘Pulpo, Islas Cíes, Ribeiro, Baiona’ y una semana después estuvimos tomando pulpo con un vaso de ribeiro en el bar O Buraquiño en Baiona después de una excursión con barco a las Islas Cíes.

A lo largo de los años veía a Barcelona cambiar. Sobre todo después de los juegos olímpicos de 1992. Los barrios donde vivía la gente marginalizada desaparecieron y fueron substituidos por barrios con viviendas modernas. Nuevos edificios altos cambiaron la silueta de la ciudad de manera espectacular. Cada vez que visité Barcelona pasé por la Sagrada Familia para ver si habían añadido algo. En los años ochenta la construcción iba lentísima, pero en los noventa había una aceleración. En la actualidad la catedral de Gaudí casi está terminada. Casi es una lástima.

Y ahora Ana y yo estamos paseando en el boulevard cerca de Port Olímpic en el último día de esta semana de vacaciones demasiada corta. Este parte de Barcelona se ha convertido en una mundana ciudad de la playa. Otro aspecto de la ciudad más. Esta semana ya vimos que las calles alrededor del Museu d’Art Contemporani en el barrio del Raval se habían vuelto en un centro para la Barcelona artística con muchos atelieres y restaurantes estilosos. Unas calles próximas están llenas de pequeñas tiendas y restaurantes filipinos y pakistaníes. El barrio distrito@22, cerca de donde andamos ahora, nos mostraba la Barcelona moderna con muchas pequeñas empresas tecnológicas y creativas. Barcelona se muestra cada vez más dinámica y cada vez más internacional.

Aunque existe también otra tendencia. Mientras seguimos caminando por el boulevard hablamos sobre las frecuentes discusiones que habíamos tenido esta semana sobre la cuestión catalana. En casi cada encuentro surgió el tema. La crisis parece haber agudizado los contrastes nacionales. Los catalanes se sientan mal vistos en España, mientras son ellos que pagan relativamente más impuestos. Me contaron que durante partidos de fútbol de Barcelona fuera de la casa la gente animaba el otro club gritando: ‘¡España! ¡España!’ Cuando al principio de esta semana el equipo nacional de España ganó de manera tan sublime el final de la copa europea, los catalanes subrayaban que la mitad del equipo provenía de Barcelona. ‘Pero no todos los jugadores de Barcelona provienen de Catalunya,’ respondí. En general, el nacionalismo, sea español, catalán u holandés, no me gusta mucho. Casi nunca traía algo bueno, como sabemos en Holanda con estos partidos populistas casi absurdos. Hace poco había un partido holandés que se llamaba ‘Orgulloso de Holanda’, como si donde has nacido es un logro y no una casualidad.

Mientras continuamos caminando lentamente por el boulevard lleno de ciclistas, skaters, joggers y grupos adolescentes en busca de adolescentes del otro sexo, empezamos a tener un poquetín de sed. Decidimos tomar una cervecita en el próximo chiringuito. De pronto Ana grita asombrada: ‘¡No me lo puedo creer!’ ‘¿Qué?’ ‘¡Mira! ¡Este chiringuito se llama El Bierzo!’ Ahora yo también me entusiasmo. ‘¿Cómo es posible? ¡Quizás tienen vinos del Bierzo!’ ‘O pimientos asados con cecina o chorizo de Molinaseca,’ dice Ana cada vez más alegre. ‘¡O botillo!’ exagero. ‘Ja, ja,’ ríe Ana complaciente. Bajamos a la playa y nos sentamos en una mesita. Un camarero que parece africano viene a nosotros. ‘Hola, nos gustaría tomar algo del Bierzo,’ le digo.


domingo, 24 de junio de 2012

Primeros pasos


En la ludoteca
‘Entra y quítate los zapatos. Aquí siempre andamos en calcetines.’ Me siento sobre un taburete de niños y empiezo a desatar los cordones. ¿Cuando me había puesto calcetines limpios? La propietaria de la ludoteca me presenta a la chica que debe estar al punto de despedirse. ‘¡Qué bien que quieres trabajar aquí!’ ‘Vale, solamente estoy aquí para ver que tal,’ digo inmediatamente. Me siento sobre la alfombra suave que cubre todo el suelo. Ahora estoy seguro. Debía haberme puesto calcetines limpios. Los primeros niños entran. Tienen una edad entre los cinco y siete años. Son recibidos con besos y abrazos. La niñera vocea: ‘Story! I will tell you a story!Los niños se acercan a ella. La chica abre un libro con dibujos de colores. Look, a flower! It is yellow! And that is the bee!Los niños se entusiasman. Un chiquito espontáneamente estalla en sollozas. Con mimos y besos está consolado. Hay un ambiente agradable. Si hubiera tenido un hijo, lo llevaría cada miércoles por la tarde a esta ludoteca. Una relajada introducción en la lengua inglesa. Pero también me doy cuenta que este trabajo no es nada para mí. ¿Ahora que he tomado la decisión, cual sería el momento adecuado para ponerme mis zapatos otra vez?

El nacimiento de un viajante
Ojalá mi vieja profesora de alemán, Frau Janssen Springman, me hubiera visto aquí. ‘Knöpchen, was machst du jetzt wieder?’ diría (¿Knoppito, qué estás haciendo otra vez?). El importador de piedras naturales alemán da golpecitos a la pizarra que justamente le hemos entregado. ‘Das sieht ja gut aus,’ dice. ‘Tiene buena pinta,’ tradusco. Los dos bercianos, padre e hijo, muevan afirmativos las cabezas. ‘Aber die Preise ….’ ‘Pero los precios ….,’ digo y pruebo ponerme una cara tan dudosa como el alemán. Una media hora más tarde estamos afuera. Las casas del pueblito son blancas y tienen los techos cubiertos con pizarra. Durante los tres días de este viaje de negocios aprendí reconocerlo. ‘Bueno, esto era la última conversación; ¿hasta dónde te podemos llevar?’, me pregunta el padre. ‘A Luxemburgo. Desde allí cogeré el tren a Ámsterdam y podéis ir rumbo España.´ Subimos al coche y vamos en la dirección donde debería estar la autopista. 

La primera clase
Esta es la alumna ideal. Acabé de preguntarla en mi mejor inglés: ‘So tell me, being a tourist in El Bierzo, what shouldn’t I miss?’ y ella llena sin ningún problema al menos diez minutos con una descripción minuciosa de Las Medulas, durante los cuales solamente tengo que corregirla de vez en cuando la pronunciación de una palabra, aunque esto siempre es difícil para un non native speaker. Esta estudiante de ingeniería civil sabe todo sobre la fuerza del agua que utilizaban los romanos para extraer el oro del monte. De pronto su relato se corta. Me pregunta: ¿Cómo se dice palanca en inglés?’ ‘¿Palanca?’ Ella mueve su bolígrafo sobre su dedo. Ahora entiendo. No tengo ningún idea. ‘Prueba algo con counter weight, contrapeso,’ la consejo. Un momento me mira dudando. Después continúa su relato, de vez en cuando interrumpido por mis correcciones y preguntas. Después de la clase en casa busco en un diccionario las palabras que había querido decirle durante la clase. Palanca es en inglés lever. Nunca oí esta palabra. Pues bien, nunca nadie es demasiado viejo para aprender.


lunes, 11 de junio de 2012

¡Fiesta!


Me pongo el pantalón negro holgado sobre mi vaquero. ¿Y estos zapatos? Van bien, ¿por qué no? Marrón, de cuero . No  de veras de aquellos tiempos, desde luego, pero tampoco desentonan. Encima mi camiseta me echo una chaqueta púrpura. Y ahora el toquel final: una cota de malla. Y un casco de guerrero . ¡Qué incomodo! Con este casco no puedo llevar mis gafas. Entonces, me las tengo que quitar. En aquella época la gente tampoco podía llevar gafas, ¿verdad? No solamente voy a parecer un soldado medieval, pero también voy a mirar como un medieval. Con mi cabeza inclinada hacia detrás por el tamaño, un poquitín demasiado grande, del casco entro el cuarto de estar. Suenan gritos entusiasmados  de mi pareja y de mi cuñada. Mi sobrina me mira un poco impresionada. Entonces, estoy listo para mi primera fiesta medieval.

¿Qué es lo que atrae tanto de la época medieval a los españoles? Hay un montón de fiestas, mercados, comidas y cenas medievales. Desde luego, los cascos históricos de los pueblos y ciudades españolas son muy apropiados para crear un ambiente medieval. Iglesias románicas, monasterios, portezuelas. El sonido de las voces y pasos siempre resuenan tranquilizadoramente en las calles estrechas. Para los hippies que rehabilitaban algunos pueblos abandonados en la montaña las fiestas medievales significan una oportunidad excelente para ganar dinero y reconocimiento social. A menudo ellos desempeñan el papel de acróbatas, trovadores, músicos, tragafuegos  y vendedores de joyas de piedras naturales.

Hasta ahora sabía evitar los festines medievales. Una vez teníamos el plan de participar en una cena medieval en el cercano monasterio de Santa María de Carracedo. Por eso nos dirigimos a una tienda de ropa. La pregunta de si tenían ropa medieval no causó ninguna sorpresa. Deberías probarlo en Ámsterdam. A mi querida pareja le parecía que yo tenía que ir como un monje. No, yo tampoco sé lo que quería decir con esto. Para mi alivio no tenían un hábito. Lo que si tenían era un traje de un trovador, pero el panty, que es parte imprescindible del traje, no nos convencía. Al final  decidimos, sobre todo por mi insistencia, ir a cenar en un restaurante agradable en el centro de Ponferrada.
Una vez, cuando estuvimos en el bonito pueblo de Espinoso de Compludo, el dueño del restaurante La Taberna nos dijo entusiasmado que cada primer domingo del mes organizaba cenas medievales con muchos espectáculos. ‘Puedes comer con tus manos,’ dijo con un resplandor travieso en sus ojos. Porque es una de las atracciones de las comidas medievales. La verdad es que ya a menudo utilizo mis manos cuando como. Decidimos comer en su restaurante un domingo normal en combinación con una caminata por el hermoso monte.
Durante la Noche de losTemplarios todo el casco histórico de Ponferrrada se transforma en una ciudad medieval. Todo el mundo lleva un traje templario con una capa y túnica blanca. Pero yo no. ¿Una capa blanca? ¡Nunca en mi vida!

Pero esta fiesta en la aldea de Carpio Bernardo va a ser mi iniciación. Tiene que ver con el hecho de que mi cuñada y cuñado son unos de los organizadores de la fiesta en honor de Bernardo delCarpio. Entonces, con mi hermosa dama andamos por la calle en dirección del terreno de la fiesta. Suena música de un salterio medieval. Hay una competición de arco. Y después de una bebida medieval, noto que estoy lentamente creciendo en mi papel del caballero miope. 



jueves, 24 de mayo de 2012

Corralito


‘¿Qué piensas tú, vamos a tener un corralito en España?’ me preguntó Ana después de que habíamos mirado las noticias preocupantes en la televisión. La miré extrañado. ¿Corralito? ¿Qué será? Lo de Argentina. En el año 2001 Argentina desvinculó el peso del dólar y bloqueó todas las cuentas para evitar un huido del capital. Entonces, estuvimos hablando de algo que hasta ahora parecía increíble: que España salga del euro. De estas cosas yo, como profesor de economía, tendría que tener algunas ideas muy claras.  

Pues bien, la ciencia económica. Una ciencia de conducta, suelo explicar a mis estudiantes. Claramente no una ciencia exacta. Porque al final, el comportamiento de la gente es impredecible. Sobre todo si el investigador forma parte de lo que está investigando. Por ejemplo, para un ser humano es posible investigar el comportamiento de los conejos de una manera bastante objetiva. Pero imagínate que un conejo investigue el comportamiento de los conejos. Si él mismo poseyera muchas zanahorias, el conejo llegaría a la conclusión que para la población de los conejos será el mejor que los débiles mueran y los fuertes tengan muchas zanahorias y se reproduzcan. Si el conejo no poseyera muchas zanahorias sería más verosímil que venga con una teoría de una distribución más equitativa de las zanahorias y de la reproducción. Normalmente mis estudiantes reaccionan de manera confusa cuando les explico esto. ‘¿Qué idiota tenemos ahora en frente de la clase?’ parecen pensar.

No, en la economía no hay verdades absolutas. Aunque se oye mucho. Por ejemplo que ‘el mercado’ siempre tuviese razón. Una bobada absoluta, como demuestra la crisis pendiente, en la cual los mercados financieros nos parecen llevar al borde del abismo. Ya pasó en el siglo 17 en Holanda durante la tulipanmanía, cuando especuladores pagaban capitales para unos tulipanes, hasta que esta burbuja se pinchó. Como ahora el mercado inmobiliario. Los mercados muestran que a veces todos corremos en la misma dirección, aunque sea claro que es la dirección equivocada. ‘Estamos en guerra con los mercados,’ es otra verdad que a veces oigo. Una afirmación extraña. Probablemente piensan en los jugadores grandes en los mercados financieros. La gente quiere echar la culpa a alguien. A los banqueros, por ejemplo. O a las agencias de calificación. Standard & Poor´s, Moody´s y Fitch seguramente pertenecen a los institutos más odiados de España. Parcialmente parece injusto. Matar al mensajero de las malas noticias. No hace falta ser un economista genial para concluir que un país con un paro de 24% y muchas deudas internas sea menos solvente, sobre todo cuando el tabú sobre salir la zona euro ha desaparecido. Pero las agencias de calificación no solamente dan calificaciones de solvencia (en las cuales en el pasado han hecho errores casi criminales), sino también dan consejos a la política. Y lo hacen desde una cierta teoría económica. La del conejo con muchas zanahorias. Debe haber recortes (hasta en la educación, hablando de pensar en corto plazo), despedidos, privatizaciones. Y cuando el gobierno de ahora lo hace y no obtiene el resultado querido, bien, otra vez bajan la calificación de España. Desde luego no juzgan de veras la gestión política; miran al resultado: el desempleo, los déficits, las deudas.

Esta noche, después de ver las noticias, conversamos sobre la economía. ¿España afuera del euro? ¿Es posible? ¿Volver a la peseta? ¿Y después algo mejorará? Las exportaciones serían más baratas, pero el poder adquisitivo empeoraría. ¿Y Holanda? ¿Euros o volver al florín? ¿Y qué significaría todo esto para nosotros? Un cierto miedo hacia el futuro tomó posesión de nuestras mentes y palabras.

jueves, 10 de mayo de 2012

Cómo reunirse eficazmente


‘¿Vamos?’ preguntó Ana. Con pocas ganas cerré mi libro sobre la mesa y puse mis zapatos. Siempre he odiado reuniones. Si fueran reuniones en las escuelas donde trabajé o las asambleas del club de fútbol, siempre probaba evitarlas. Y para mi esta reunión sería difícil de seguir. Con muchas detallas técnicas y financieras. La reunión de la comunidad de los vecinos. En Holanda nunca tuve que asistir a una. Siempre viví en casas de alquiler. Casas que pertenecían a cooperativas de viviendas sociales. Era muy práctico. La subida anual del alquiler era fijada por el gobierno. Si algo no funcionaba bien podía llamar al servicio técnico de la cooperativa. En España este sistema de viviendas sociales existe menos. La mayoría de la gente compra su casa. Esto causó problemas cuando estalló la crisis. Muchas familias no podían pagar su hipoteca y llegaban a tener una deuda grande mientras el valor de la casa disminuía. Una deuda de alquiler sube menos rápido. Puede ser que el amplio sector de viviendas alquiladas suavizara el efecto de la crisis de crédito en Holanda.

‘¿Dónde vamos a reunirnos?’ pregunté cuando estuvimos en el ascensor. ‘Abajo,’ respondió Ana. Pulsó el botón con el menos y después el botón con el uno. El ascensor se movía hacia abajo. ‘¿Por qué yo no voy a hacer compras mientras tú vas a la reunión? Puedo comprar cecina, ¿no te apetece?’ intenté. ‘Esto podemos hacer después de la reunión,’ era la respuesta corta. Salimos del ascensor y entramos en el garaje. Para mi asombro allí estaban ya los vecinos de pie en un círculo. ¿De veras íbamos a reunirnos en el garaje?

De veras íbamos a reunirnos en el garaje. No hacía calor. La mayoría de nosotros llevábamos un abrigo. Hablamos de mantenimiento, limpieza, reparaciones, las finanzas y otras cosas de las cuales se debe hablar si se tiene espacios en común. Pero el sitio no era muy bien elegido. De vez en cuando el círculo debía ser roto porque un coche entraba para aparcar, después de lo cual la persona salía del coche y tenía que pasar todo el grupo en la dirección del ascensor con una mirada un poco culpable, no sé si por la manera torpe de aparcar o por ser tan claro que estaba ausente en una reunión tan importante. Una reunión de pie en un sitio frio, con coches entrando y saliendo, y de vez en cuando con el ruido de agua pasando por las tuberías después de una visita de uno de los vecinos arriba al wáter tiene una gran ventaja: a nadie se le ocurre hacer preguntas innecesarias. ‘Vale, no era tan terrible, ¿verdad?’ me preguntó Ana cuando después de la reunión estábamos esperando nuestro turno en la sección de los embutidos del supermercado.

Quizás esta anécdota de la reunión nunca habría llegada a ser nombrada en este blog, si no hubiéramos estado unas semanas después con el coche en una calle en una ciudad, Salamanca creo que era, esperando un semáforo rojo y se abriera en el edificio al lado la puerta del garaje mostrando un círculo de personas hablando. ‘Mira, una reunión de una comunidad de los vecinos’ dijo Ana. Le miré sorprendido. ‘¿Quieres decir que estás reuniones siempre están organizadas en garajes?’ ‘No sé, creo que si.’ Todavía no estuve completamente convencido de que se tratara de algo ‘típico español’ hasta que, otra vez unas semanas después, estuve viendo las noticias en la televisión. Había un reportaje sobre los problemas que tienen comunidades de vecinos de cobrar las cuotas de la comunidad de los residentes en paro, lo que causaba retrasos en el mantenimiento de los edificios. Mientras la voz en off daba esta información triste la pantalla mostraba un grupo de personas hablando en un círculo en un garaje.
Ahora estaba casi seguro. Reunirse con la comunidad de vecinos en el garaje es un fenómeno típico en España. Y algo hasta que yo sé no existe en Holanda. Pero quizás los tulipanes deben imitarlo. ¿Quieres tener una reunión corta y eficaz? ¡Hazla en el garaje!


 El reportaje completo se puede ver AQUI (dese minuto 34.50)

domingo, 29 de abril de 2012

Arrogancia antes de la caída


Emigrar no es lo que solía ser. Gracias a internet puedo leer los periódicos holandeses, ver programas de la televisión aunque sea el día después, enviar emails, hacer videochat, en otras palabras, normalmente estoy bien informado sobre lo que pasa en Holanda, y todo esto sin tener una parabólica en la fachada de la casa. Pero el fin de semana pasado estuve offline. Estuvimos con toda la familia española en un pueblín cerca de Salamanca. El domingo por la mañana fuimos los dos, Ana y yo, a Alba de Tormes, la villa donde una vez el en Holanda tan notorio Duque de Alba residía. Allí compramos pan fresco y El País y, desde luego, tomamos un aperitivo en un bar. Allí estábamos tranquilamente sentados en una mesita con nuestro vinito y pincho ojeando cada uno un trozo del gordo periódico de domingo. Di un grito de alegría. Unos hombros volvieron la vista de la televisión donde estaba puesto una vuelta de la fórmula 1. ‘¿Qué pasa? ¿Mourinho se ha despedido?’ me preguntó Ana. ‘Mejor aun,’ respondí, ‘cayó el gobierno de Holanda.’ Entusiasmado le leí el capítulo del artículo. ¿Y estas son buenas noticias?´ preguntó.

‘Si, muchas veces el gobierno de Holanda me daba vergüenza. Un gobierno minoritario de liberales y cristianodemócratas dependiente del apoyo de los populistas. ¿Quién ha inventado esto? Muy bien que el descontento con la sociedad multicultural tiene su voz en el parlamento, pero dar tanto poder a un partido tan radical me parece un mal idea. A veces el partido populista parecía xenófobo. Estamos en guerra con los musulmanes, era el análisis de su líder Geert Wilders. Pero últimamente no hablaba tanto de los musulmanes sino más de la dictadura de Bruselas. ¿Acaso se acabó aquella guerra? ¿O se trababa de eslóganes vacíos? Lo que también me extraña es que los pensamientos de partidos xenófobos siempre están asociados con ‘El Pueblo’. Una de las palabras de las que más se ha abusado a lo largo de la historia. ¿Por qué la gente razonable nunca pertenece a este ‘Pueblo’? La mayoría de la población no quiere tener nada que ver con el odio extremista.

Pero también la arrogancia abierta que Holanda emitía en Europa me repugnaba cada vez más. Que se dijeran cosas como: ‘Al fin el gobierno greco despidió tantos miles de funcionarios.’ Sé que los gobiernos de Grecia cometieron errores, pero esto no puede ser una excusa para celebrar el despido de personas que tienen ninguna culpa. No me extraña que los otros europeos sientan cierta alegría por el mal ajeno cuando Holanda entraba en recesión. De pronto para Holanda con toda su riqueza era muy difícil recortar, lo que antes se había exigido de manera tan pedante a los países del sur de Europa.

Esperamos que Holanda vaya a tener un gobierno razonable, social, realista, pro-europeo, que no solamente quiere cortar sino también reformar e estimular. Porque lo que se desarrolló en Europa desde la guerra mundial es único. Nunca antes en la historia el bienestar general era tan elevado, y esto lo logramos sin perder libertades. Merece la pena probar mantener este sistema de capitalismo controlado, si fuera solo porque desde el bienestar se mantiene suficiente espacio para poder pensar al futuro, el medio ambiente, el agotamiento de los recursos naturales, lo que no se hace cuando no hay suficiente para comer. Este proyecto único europeo debe ser salvado. Desde la izquierda y de la derecha los radicales salen de sus rincones oscuros para ofrecer sus soluciones, las cuales en la historia siempre terminaban en dictadura y guerra.’

Hice una pausa un para tomar un sorbito de vino. ‘Tengo aquí el trozo del periódico con los deportes; ¿quieres intercambiar?’ me preguntó Ana. Ansioso dije que sí y empecé a leer el artículo sobre el partido de Barcelona contra Real Madrid, mientras al fondo sonaba el sonido de los coches de la formula 1 desde la televisión.

Holandés arrogante enfrente del castillo del Duque de Alba

viernes, 20 de abril de 2012

La Política


En los años ochenta estudié ciencias políticas en la Universidad de Ámsterdam. Todavía considero a algunos compañeros de entonces como mis mejores amigos. Ninguno de ellos se ha convertido en un político, aunque no faltan partidos políticos en Holanda. En Holanda no conozco personalmente a alcaldes, concejales o parlamentarios. Utilizamos lo que aprendimos en la universidad sobre todo para largas discusiones sin sentido en las cantinas de fútbol, bares y restaurantes y pretendíamos ser demasiado libre de mente para conformarnos con ninguno partido o ideología. Dejamos la política activa a los de veras idealistas de y a los políticos de carrera y constatamos que muchos de los primeros terminaban siendo políticos de carrera.

En España conozco personalmente a muchas personas activas en la política. Por ejemplo, conozco a dos alcaldes. Tiene que ver con la pequeña escala del sistema administrativa en España. Todos los pueblos tienen su alcalde y concejales, que hacen sus tareas para su pueblo al lado de su trabajo normal. Los hay de todas clases. Hay desde los notorios caciques que no quieren cambiar nada hasta los entusiasmados que de veras hacen todo lo posible para el interés de su pueblo. Un ejemplo de esta última categoría veíamos durante la bien organizada fiesta de San Juan en el pueblo Balboa. El alcalde excéntrico subió en media noche la escena en un buen estado festivo para hacer un discurso extraño, lo que finalizó repitiendo rítmicamente: ‘Animal, mineral, vegetal; animal, mineral, vegetal’.

Pero también en una ciudad como Ponferrada hay mucha gente activa en la política. Hay los que estaban en una lista de un partido porque se lo pidió un amigo para llegar al número mínimo de candidatos. Seguramente también debe haber personas que por ideales están activas en un partido. Pero en la mayoría de los casos tengo la impresión que el motivo principal para ser miembro es el puro interés propio. Para empresarios pequeños puede ayudar mucho si tienen amigos o familiares en un partido. Puestos de trabajo en empresas (casi) estatales como los museos, los Paradores, La Telefónica y las cajas de ahorros son más fácilmente obtenibles para los amigos de los políticos. Hasta hay una palabra especial para este fenómeno: el enchufe. Y para los empleados de la administración su puesto está más seguro si son miembros de un partido o un sindicato, lo que sobre todo se nota hoy día con todos los recortes que tienen lugar. Lo extraño es que la animosidad normal entre los dos partidos parece desaparecer en estos casos; se sabe que la próxima vez el otro partido puede reinar, entonces, mejor quedar amigos. A veces España parece un poco a un país comunista; ser miembro del partido es fundamental para la carrera. Por suerte hay varios partidos, no estamos viviendo en una dictadura. Pero lo que si pasa cuando estamos hablando en un bar sobre el clientelismo, los enchufes y la corrupción, es que el volumen de las voces baja y a veces se mira alrededor para ver si no alguien está escuchando. Es sorprendente.

Casi no hay españoles que están de acuerdo con la cultura de enchufes y clientelismo. En las encuestas donde se debe indicar lo que es la mayor preocupación ‘la clase política’ sale como número tres, solamente vencido por ‘desempleo’ y ‘problemas económicos’. Es muy difícil cambiar una cultura. A veces es una cuestión de participar o ser vencido. ¿No tenemos que actuar? ¿Probar de cambiar los partidos por dentro? Ay, no me apetece nada. La verdad es que prefiero dar mis opiniones desde la barrera sin conformarme con ningún programa o ideología. ¿Quizás el lector está más idealista?


martes, 10 de abril de 2012

Alcohol


Quizás la expresión holandesa más incorrecta es: Nunca nadie murió de trabajar demasiado duro. En Ámsterdam solíamos alardear la conversación con variantes cínicas como. ¿Cigarrillo? Gracias, de fumar demasiado nunca nadie murió. ¿Comemos hoy en el snackbar? ¿Por qué no? Nunca nadie murió de comer demasiada grasa. Y el variante que utilizamos más frecuentemente era: ¿Tomamos una última? Desde luego, de demasiado alcohol nunca nadie murió.

Es verdad, en Ámsterdam bebía bastante alcohol. Porque tenía tantos malos amigos, desde luego. En el equipo de fútbol, por ejemplo. Cuando otra vez perdimos el partido contra WVHEDW 13 o Wartburgia 8,  solíamos compensar la derrota de manera adecuada con cervezas en la cantina. Cuando mis compañeros del equipo iban a sus casas donde les esperaban sus mujeres y niños, siempre había en la cantina malos amigos de los otros equipos con quienes compartir la tristeza futbolera. Pero bien, todo lo bonito también tiene su fin, y llegaba la hora que tenía que subir en mi bicicleta para ir a casa, esperando que en la ruta pudiera encontrar otro malo amigo para tomar la última-última cerveza.

En España mi comportamiento como bebedor ha cambiado. Desde luego tiene que ver con convivir en pareja. El alcohol es el lubrificante social de un soltero. Pero también tiene que ver con la otra cultura de alcohol que existe en España a la cual tenía que acostumbrarme. Cuando en Ponferrada tomamos algo con un grupo, la gente toma solamente una bebida que se bebe fastidiosamente lento, mientras después de unos minutos ya estoy jugando intranquilamente con mi vaso vacío. A veces se decide tomar otra bebida por la cual siempre tenemos que ir a otro bar. Esto genera una larga discusión sobre cual bar tiene los mejores pinchos. Después cada uno coge so cartera y surge otra larga discusión sobre quién tiene esta vez el derecho de pagar la cuenta. Y cuando al fin nos vamos, de veras hay gente que es capaz de dejar un vaso medio lleno de cerveza o vino en la mesa. El colmo de abuso de alcohol.

En Holanda, en todo caso en los círculos en que yo me movía, el comportamiento es diferente. Nos sentamos alrededor de una mesa de la cual en las próximas horas nadie nos puede echar. Después uno por uno pedimos una ronda. Cuando el tamaño del grupo no es demasiado grande, puede pasar que alguien pide por la secunda vez una ronda y empieza el ciclo de nuevo.

Otra diferencia es que en España se empieza más pronto en el día con beber. Ya a la una se puede tomar un aperitivo. Después sigue la comida con vino. Dura hasta más o menas las ocho de la tarde cuando los bares se llenan otra vez para las bebidas con los pinchos. Durante la noche, vale, hay mucho ambiente en los discos y bares, como en Holanda, pero yo, como cincuentón letárgico, desde luego no participo en la vida nocturna.

Los holandeses empezamos más tarde en el día, pero normalmente logramos recuperar el retraso sin esfuerzo. Hay borreltijd,  la hora de los aperitivos, entre las cinco y las siete. Después sigue la cena amplia, muchas veces con vino. Antes de dormir otra vez aparecen las botellas en la mesa para una copita de dormir.

Creo que la mala fama que tienen los holandeses en España con alcohol tiene su origen en la costumbre de mezclar las dos culturas durante las vacaciones. Por respeto a la cultura ibérica tomamos un aperitivo a la una, después comemos una paella que dejamos nadar en mucho vino blanco mientras voceamos elogios a la cocina mediterránea. Después sigue un café con coñac, desde luego. Y a las cinco gritamos: ‘¡Borreltijd!’ Porque en España está prohibido cenar antes de las nueve, borreltijd dura justamente un poquitín demasiado tiempo para poder llegar a hora de cenar decentemente.

Al fin y al cabo he aprendido no mezclar las dos culturas. En España respeto los horarios españoles y en Holanda lo hago con los horarios holandeses. ¡Pero mira! ¡Ya es la una! La hora de un aperitivo. ¡Que no! Estoy esta semana en Holanda. ¡Camarero, un vaso de leche, por favor! 

jueves, 15 de marzo de 2012

Criminalidad


Un día entramos una mercería en La Calle Ancha de Ponferrada. La dependiente estaba claramente desconcertada. ‘Qué susto, qué susto’, murmuraba. Preocupados preguntamos qué le había pasado. ‘Había un asalto violento a una tienda’ dijo. Asustados la miramos. ‘¿Dónde? ¿Aquí?’ la preguntamos asombrados. Movía la cabeza que no. ‘Estaba en Tarragona’, nos explicó. Por un momento pensé que no la había entendido bien. ‘¿En Tarragona, Catalunya?’, pregunté. Movía la cabeza afirmativa. ‘Si, acabé de oírlo en la radio. ¡Pero qué susto!’ Para mayor claridad: Tarragona es una ciudad a unos mil kilómetros de distancia de Ponferrada. No exactamente a la vuelta de la esquina. Esto era claramente un ejemplo de como las omnipresentes noticias sobre violencia en el mundo pueden provocar un sentimiento de miedo afuera de lugar, era nuestra conclusión cuando un momento más tarde tomamos una cervecita por el susto en una terraza en el sol.

Ponferrada no tiene fama por ser una ciudad criminal. En Holanda Ámsterdam si tiene esta fama. En este sentido mejoró mi seguridad personal. Aunque la verdad es que en Ámsterdam nunca me pasó nada grave. Nunca entraban con fuerza en mi casa. Nunca me asaltaron. La sola cosa que puedo nombrar es que me robaron bicicletas. Sobre todo en mi juventud. El momento que decidí invertir dinero en unas cerraduras robustas nunca más me robaron mi bicicleta. Además, la cantidad de los yonquis con su choriceo disminuyó bastante en los últimos años. Ser yonqui no está de moda. En el metro de Barcelona una vez me robaban mi cartera. Y el metro de Madrid es de veras una vergüenza. Conozco a mucha gente que robaron o han intentado robarles. A mi mismo incluido. Me abrieron mi mochila, sin encontrar algo de valor. No la misma suerte tenía mi cuñada. Le robaron la cartera. También probaron una vez robar la cartera de mi querida pareja, lo que yo de una manera heroica evité con gritar ‘¡Oye!’ cuando lo vi. Después, el ladrón ni siquiera se marchó. Se ponía pontificalmente en el andén en busca de otras víctimas. Es sobre todo a los turistas a quienes consideran como una pieza de caza ofrecida. En Holanda también. El tren entre el aeropuerto Schiphol y Ámsterdam tiene mala fama.

¿Y qué tal los delitos de sangre en los dos países? Ámsterdam tiene fama de ser la ciudad de los ajustes de cuentas de la criminalidad organizada. Tristemente, temo que esto es algo de todas las grandes ciudades. Cuando veo en España las noticias, sorprende que hay un tipo de criminalidad que está mencionado muchísimo: la violencia de género (o violencia doméstica, en este discusión no me meto). En Holanda se habla menos sobre este asunto. ¿Será porque existe menos en Holanda? ¿O es porque en Holanda no quieren poner tanto énfasis sobre el tema por miedo de emulación? Se lo pregunté una vez a una amiga holandesa que trabaja en una casa de mujeres maltratadas si en Holanda la violencia familiar también tenía tantas víctimas mortales. ‘Casi nunca’, respondió bastante segura. Vale, una respuesta así también me darían en Ponferrada. Y quizás también en Madrid o Barcelona. Las noticias de la televisión no dan una visión completa. Muestran la excepción y no la tranquila vida cotidiana.

Mientras tanto me siento en mis dos ciudades queridas bastante seguro. Mi vieja bicicleta en Ámsterdam lleva dos cerraduras fuertes. Para mi MTB en Ponferrada compré una pequeñina cerradura simbólica. Y cuando viajo en el metro de Madrid siempre llevo visible El País en un bolsillo de mi abrigo. Esto desaminará los delincuentes. Aquí no va un turista. Aquí va un español, si, con los ojos azules, ¿y qué?

viernes, 2 de marzo de 2012

Fregar los platos


Cada día tener que fregar los platos no es un placer. No tenemos un lavaplatos. No hay suficiente sitio. Y además tengo la impresión que para dos personas un lavaplatos no es eficaz. Se necesita tener muchos platos y cubiertos para poder  llenar la máquina. Entonces, lavo los platos a mano. Como solía hacer en Holanda. Pero también de manera diferente.

En Holanda solía fregar en agua jabonosa. Primero quitaba la peor suciedad con agua, después ponía un poquetín de detergente en el fregadero y llenaba el fregadero con agua caliente con burbujas. Y después al trabajo con un cepillo de fregar. ‘¡Qué asco!’, era la reacción de los visitantes de España. ‘¿Pones los platos a escurrir  sin aclararlos? ¡Esto no es higiénico!’

Es que en España se lava los platos de otra manera. Nada de cepillo de fregar. Siempre utilizan una esponja. Primero se quita la peor suciedad, como en Holanda. Después se enjabona los platos con la esponja y limpian bajo el choro de grifo uno por uno los platos con agua caliente. La verdad es que me he acostumbrado tanto a esta manera de fregar, que cuando estoy en Holanda friego los platos a lo español.

Pero hay un aspecto acerca de fregar, o más bien de trabajar en la cocina española en general, al cual no logro acostumbrarme. Es más. Si una vez decidiera decepcionado dar la espalda a España para nunca más volver será por esta razón: las encimeras de España no tienen un borde elevado. No tienen un umbral. Es peor aún. Lo que si tiene un borde elevado es el fregadero. ¡Exactamente donde debe ir el agua! Como se puede imaginar esto hace la integración de un guiri en la sociedad española bastante difícil.

Al principio pensé que esta diferencia tenía que ver con la larga tradición de la ingeniería hidráulica de la cual los holandeses siempre nos mostramos tan orgullosos. Los pólderes del siglo 16, los grandes diques que defienden Holanda contra el mar. Entonces, lógico que en Holanda tenemos cocinas donde el agua va donde tiene que ir lo que es en la dirección del fregadero. Pero la verdad es que he visto aquí obras hidráulicas de las cuales los holandeses podemos aprender algo. Presas imponentes que  mantienen la presión de largos pantanos.

Cuando en Holanda todavía estábamos viviendo en las marismas, aquí en El Bierzo los romanos construyeron una obra hidráulica impresionante. Cientos de kilómetros de pequeños canales llevaban agua desde la montaña alta a un monte lleno de oro para arrastrar la tierra y filtrar el oro. Ahora los restos de tierra roja de este monte forman el monumento más espectacular de todo El Bierzo, aunque la verdad es que no lo puedo mirar sin que mi placer está estropeado por el pensamiento: ¿Si esto ya era posible en el año cero, por qué ahora no construyen encimeras con el borde elevado?

Será difícil, pero tengo que aprender vivir con todo esto. Estás lavando la ensalada. Pones el colador sobre la encimera. Toda el agua corre directamente al suelo. O estás fregando una cazuela grande. Demasiado grande para el escurreplatos. Entonces pones la cazuela boca abajo en la encimera. Desde luego.  Otro charco de agua en el suelo. Antes de fregar los platos siempre construyo un pequeño dique de trapos de cocina entre el fregadero y el borde de la encimera. Y siento un orgullo patriótico por esta construcción en la rica tradición hidráulica holandesa.

Véase también La película.