martes, 25 de febrero de 2014

Caras ocultas


Vivimos en tiempos en los cuales lo personal parece cada vez ser más público, Si, lo admito, yo también participo en esta tendencia. Tengo mis perfiles en la red, en Linkedin y en Google+. Yo también comparto fotos, videos o lo que sea en Facebook, y todo el mundo puede leer en este blog mis aventuras como inmigrante holandés en El Bierzo. Podemos concluir: mi vida, mi cara, como las de tantos otros, no están exactamente escondidas.

También en la televisión se ve cada vez más los detalles de la vida personal de personas famosas o no tan famosas en los Reality Shows como Gran Hermano, el cual, por cierto, es un invento holandés que hemos exportado a todo el mundo (y lo digo sin ningún orgullo). En la televisión pública española han sustituido Amar en tiempos revueltos, mi novela favorita que utilizaba para mejorar mi español, por un programa que huele mal: Entre Todos. En este programa se puede ver personas que hablan sobre sus fuertes problemas económicos, físicos o psicológicos para pedir ayuda financiera al público. Los donantes pueden llamar y así mostrar a toda España su altruismo. No sé si Entre Todos es peor que Gran Hermano, pero también para este programa preveo un gran futuro como artículo de exportación.

Hasta en las noticias de la televisión pública veo a veces una falta de respeto hacia la privacidad. Muestran sin escrúpulos las caras de los sospechosos de diferentes crímenes, tanto de los supuestos corruptos como de los supuestos asesinos. Esta tendencia tocó fondo cuando las noticias mostraban como un sospechoso de haber asesinado a sus dos hijos tenía que mostrar a la policía y un juez como había pasado su última tarde con los niños en el parque infantil. Se veía como el hombre, claramente con una grave enfermedad psicológica, andaba por el parque y declaraba a la policía lo que había hecho. Era televisión sensacionalista que no mostraba ninguna consideración por la profunda tristeza de la situación.

Al otro lado hay caras que siempre están escondidas en la televisión española. En primer lugar las caras de las fuerzas de seguridad, lo que parece lógico en un país con una historia tan larga de terrorismo de la ETA. También noté que en las noticias de la televisión apenas se muestran las caras de los niños. Exactamente como las de los miembros de la policía sus caras aparecen irreconocibles vagas. Debe ser por miedo de alguna manipulación de las imágenes por un pederasta que los niños que aparecen en la televisión llevan esta burka digital.

Los que menos muestran sus caras en la televisión son los políticos. Literalmente se ve sus caras a menudo, desde luego. Se ve sus caras sonrientes cuando están en alguna conferencia, sus caras cuasi enfadadas cuando hacen un discurso en lo cual dan la culpa de todos las problemas al otro partido y, cada vez más, sus caras con unas gafas del sol cuando entran o salen de un palacio de justicia. Pero además no muestran su cara. En la televisión existe una sensibilidad por no ofender a los políticos y no confrontarlos con preguntas directas, lo que contraste mucho con la manera en que la gente de quién no quieres saber nada pueden gritar todo lo que piensan. Nunca vi a un periodista hacer preguntas directas a Rajoy sobre los casos de corrupción en su partido. Cuando hay una entrevista con un político importante se percebe claramente que el político ya había visto y dado su acuerdo a las preguntas. El colmo era una entrega del programa Informe Semanal que vi en febrero (ve lo AQUI). Tenían un tema sobre el PP en las elecciones europeas, en la cual los políticos pudieron decir lo que querían decir, lo que desde luego no es malo, pero en el cual no había ninguna pregunta crítica y, lo más sorprendente, en el cual la palabra ‘corrupción’ no se pronunciaba ninguna vez. Parecía más a propaganda de un partido político que a una obra periodística y todo esto hecho con dinero público, lo que en sí mismo ya es una corrupción grave, por lo cual los políticos responsables deberían mostrar sus caras. 


domingo, 9 de febrero de 2014

La pérdida de una pasión


Creo que lo noté por la primera vez en noviembre, cuando pasamos unos días en la provincia Soria para disfrutar de la temporada de las setas. Comimos las setas en los más variados platos, tanto en los restaurantes especializados como en los bares populares dónde las ponían como pincho. En uno de estos bares ocurrió. Era un sábado. A nadie sorprendería que en el bar estuviera puesta la televisión con un partido de fútbol. Estábamos hablando sobre el gusto de tanta variedad gastronómica en España, cuando, sin quererlo, mis ojos fueron atraídos por los movimientos de la pantalla. Era uno de estos partidos importantísimos que no se debe perder: Getafe contra Levante. Y en este momento dije a mi mujer: ‘Creo que no más me gusta el fútbol.’

Desde luego tenía un gran impacto esta confesión, que puedo haber hecho en un momento de debilidad, generado por pasar demasiado tiempo en bares, como suele ocurrir cuando te alojas en un hostal. Las comidas, las cenas, los cafés, los tés, los aperitivos, los digestivos (bastante importantes si comes setas), descansar después de andar mucho, para todo eso tienes que ir a algún bar o restaurante dónde, como ya dicho, casi siempre está presente una televisión con algún partido. Fue en Soria donde algo fundamental cambió en mi vida. Pasaba el mes de diciembre en Holanda y noté que tampoco me interesaban esos partidos de los clubs holandeses de los cuales ya no más conocía los jugadores. De vuelta en Ponferrada vi en los bares algunos de los supuestamente mejores partidos de la liga. Pero me cansaba el ticky-tacky de Barcelona, los tiros de Cristiano Ronaldo, el espíritu del equipo de Atlético. Y sobre todo me cansaba el follón agresivo por una decisión del árbitro, tanto en el campo como en el bar mismo, dónde el fanatismo a veces me da miedo.

El porqué de tanto fútbol en la televisión y en la radio es obvio. Se trata de un deporte carísimo. Millones de euros cuestan los jugadores. Por eso nunca hay dos partidos a la vez; así se puede mostrar más anuncios, lo que significa más ganancias. Podemos disfrutar de los partidos desde el viernes hasta el domingo medianoche. Si tenemos suerte esto se repite los martes, miércoles y jueves si juegan otra vez en el Champions League, la Copa del Rey o lo que sea. No solamente esta sobredosis me robaba mi pasión. También los líos de los jugadores y sus managers con los impuestos me repugnaban. El dinero fácil de fútbol atrae a personas casi mafiosas, que hasta logran ser presidentes de los clubs.

Echaré de menos al fútbol, que siempre era bastante importante para mí. En Ámsterdam jugaba en un equipo de amigos durante más de 25 años. Cuando venía a vivir en Ponferrada busqué un equipo parecido, pero no podía encontrar uno. Una vez fui a ver un equipo en el cual jugaba un vecino. Después de 5 minutos ya llegué a la conclusión: este nivel es demasiado alto para mí. Parece que en España no se juega mal. En los parques de Ponferrada no se ve nunca torpes partidos de fútbol entre adultos con los abrigos puestos en la hierba como postes de gol, como es costumbre en los parques de Ámsterdam y tantas otras ciudades. Perdí el fútbol activo. Y mirar como otros juegan, aunque sea tanto mejor, no más me interesa.

¡Pero esto no puede ser! ¿Si yo ya pierdo mi interés por el juego, cómo será con tantas personas que nunca habían tocado un balón con los pies en su vida? Imagínate que todos vamos a pensar que el fútbol es nada importante, que solamente es un juego, que lo importante no es ganar sino participar, que fútbol no es para mirar sino para hacer. Esto será el fin de un sector en el cual se mueve muchísimo dinero. Pasará lo que pasó en el sector inmobiliario: la burbuja explotará. Será otro desastre económico al nivel mundial. Esto no puedo cargar sobre mi conciencia. Pues, iré a ver tantos partidos como pueda. Gritar ‘¡Hijo de puta!’ por las decisiones de los árbitros. Murmurar ‘Este tío tiene razón’ cuando un jugador o entrenador dice las barbaridades habituales en una entrevista. Leer El Marca cuando tomo un café. Será un gran sacrifico personal, pero lo haré por el interés general. Es mi obligación civil.