sábado, 26 de diciembre de 2015

Navidad 2015

También este año paso los meses diciembre y enero en Holanda. ‘Tengo una changua en el business school,’ digo a mis amigos para explicar mi retorno temporal en sus filas. Estoy aquí para ejercer mi vieja profesión de profesor de economía y estadística (lecturer economics and statistics digo para dar más impresión) para no perder la habilitad. Y, desde luego, voy a ver a mi familia y mis amigos holandeses, tomar cervezas en mi bar habitual Scharrebier, y jugar un partido de fútbol en el campo mi querido club afc TABA.

Estoy alojado en la casa de mi viejo tío en Osdorp, un barrio en las afueras de Ámsterdam. No celebramos de veras Navidad. Ni siquiera tenemos un árbol. En las calles hay por todos lados puestos donde se vende árboles de navidad de todos los tamaños posibles. Como niño siempre me daba mucha alegría: elegir un árbol, el más grande posible desde luego, y después ponerlo en casa y adornarlo. Los primeros días la casa olía al bosque de pinos. Y después de Navidad había la tradición de quemar los árboles en algún rincón de la calle. En Ponferrada existe menos la tradición de los árboles de navidad. No se ve los puestos especiales dónde se vende los árboles.

Otra diferencia cultural: las tarjetas navideñas. Aquí en Holanda las tiendas están llenísimas de estas tarjetas. Hay sellos navideños especiales. ‘Cómpreme 40 sellos y tarjetas navideñas’, me dijo mi tío cuando fui de compras. Después estaba unas horas escribiéndolas. Me recordaba a viejos tiempos. Escribir los mejores deseos a mis amigos y familia con la agenda con direcciones al lado. Con los años lo consideraba cada vez más como un perdido de tiempo, esfuerzo y dinero. Me limitaba a escribir a la gente que me había escrito a mí. Con la desaparición gradual de la generación de mis padres escribía cada año menos. La aparición de internet significaba el fin de la carta navideña de papel, pero también la aparición del fenómeno tarjeta navideña digital. Por todos lados recibo tarjetas: por email, por Facebook, por Whatsapp. Si, nosotros también participamos en esta tendencia. Es casi obligatoria porque todo el mundo lo hace. Pero es bastante divertido: se puede ser creativo y no hay este ajetreo con sellos y tarjetas de papel. Mi tío no está de acuerdo. Prefiere escribirse la mano torcida antes de admitir que internet pueda haber ventajas.

Pues bien, tanto en Holanda como en España la tarjeta digital hacía un avance impresionante. Os presento nuestra contribución a esta tendencia. Hecha por nosotros mismos, mi mujer y yo. No sin orgullo puedo mencionar que yo inventé el texto. La verdad es que es solamente un deseo para el año nuevo y no para Navidad. Me gusta más la celebración del cambio de año. En unos días, cuando contamos los últimos segundos del viejo año, estaremos mi mujer Ana, mi tío y yo en frente de la ventana esperando hasta los fuegos artificiales en el centro de Ámsterdam estallan. Brindaremos, mi mujer y yo, sobre nuestro futuro en El Bierzo. Porque por mi Holanda es vieja y preocupante; un país donde fantasmas de un pasado muy oscuro parecen haber vuelto y pueden detener un centro para refugiados de una guerra. Nuevo y esperanzadora para mi es España; el país donde los resultados de las últimas elecciones dan una vista a un futuro un poquetín mejor. Esperamos que sea así.

¡Feliz 2016!





sábado, 28 de noviembre de 2015

Sobre la televisión pública, comercial y local

Hace poco alguien en un bar me preguntó: ‘¿Qué son las diferencias más llamativas entre tu vida aquí en El Bierzo y tu vida en Holanda?’ Estuve allí con una caña en una mano y un pincho en la otra y no sabía más que decir: ‘Qué en El Bierzo siempre dan un pincho gratis con una caña tan barata y también que la gente bebe tan lentamente.’ Terminé mi caña de un trago y miré alrededor en busca de más ejemplos, hasta la inevitable televisión colgada en una esquina cogió mi mirada. ‘Y que en casi todos los bares hay una televisión encendida.’

Es un terror, siempre estas televisiones puestas en los bares y en muchos restaurants, siempre con programas de baja calidad. No creo que la televisión española es peor que la holandesa; la muchos programas son idénticos: sobre cocinar o personajes encerrados juntas en una casa por mucho tiempo. En Holanda la televisión es algo que se ve en casa y no en los bares por lo cual estás menos expuesto a la basura diaria que emiten. En España hay desde viernes tarde hasta domingo tarde non stop fútbol pero en los días semanales emitan muchas tertulias, en las cuales los participantes gritan tan fuerte como posible sin escuchar el uno al otro. Normalmente se trata de personajes con una fama creada por los medios. Sobre todo las viudas de los toreros parecen ser populares

La programación de las cadenas públicas españoles es más o menos en manos del gobierno. Viviendo aquí aprendí a apreciar al sistema holandés. Allí la programación de las cadenas públicas está en gran parte en manos de asociaciones, cada una con un perfil diferente: protestante, católico, socialista, liberal, y hoy día también una asociación populista y una musulmana. Cuantos más miembros tiene una asociación, lo más tiempo de emisión obtiene. Esto resulta en muchos programas ridículos y aburridos, pero de vez en cuando sale algún programa de calidad. En España cambian con cada gobierno nuevo los programas y presentadores. El gobierno Rajoy ahuyentó de la televisión pública a Antena 3 mi serie favorito Amor en tiempos revueltos (ahora Amar es para siempre), no precisamente un programa de alta calidad quizás, pero uno que miramos con toda la familia y aparentemente ya es demasiado crítico o de izquierda para este gobierno.

A un guiri holandés le parece una contradicción que los programas críticos con un enfoque izquierdista se emitan en las cadenas comerciales: Antena 3 y La Sexta. A veces provoca situaciones embarazosas porque los actores y presentadores también aparecen en los anuncios comerciales. Así vemos a Manolita (la dueña del bar Asturias en Amar es para siempre) recomendar una cierta marca de colchón y a su esposo Marcelino a una clínica de implantes de dientes. El hombre del tiempo cambia sin reposo de un aviso por un frente de baja presión a las ventajas de un cierto seguro para tu casa. Y lo que da más vergüenza ajena es cuando presentadores del programa Intermedio después de haber ventilado tanta crítica a los corruptos del PP y CiU (y solamente pocas veces a los del PSOE) tienen que recomendar a una marca de cerveza.

Por suerte también hay BierzoTV, que es la única cadena de la cual me gusta ver los anuncios. ‘Mira, es el restaurante donde comimos este verano,’ nos decimos con entusiasmo. En los programas de actualidades vemos los eventos dónde estuvimos presentes o dónde deberíamos haber sido presentes. Hace poco veíamos un programa sobre el cosecho del pimiento. Hablaba un hombre con conocimiento del asunto y en la parte inferior de la pantalla pudimos leer su función: el Presidente del Consejo Regulador del Pimiento Asado de El Bierzo. Me reí. Los otros en el salón me miraban con asombro. ‘¿Por qué te ríes?’ ‘Traducido en holandés su función suena muy gracioso,’ expliqué. Nadie parecía comprenderme. ‘Es como si hubiera en Holanda un Presidente del Consejo Regulador de las Patatas Fritas con Mayonesa,’ probé. Nadie se reía. Para evitar que pensaran que solamente holandeses se ríen tan tontamente seguí: ‘También en inglés suena gracioso, creo: The President of the Regulatory Council of the Bercian Roasted Pepper. Parece de Monty Python, como El Ministerio de los andares tontos.’ Nadie reaccionó. Desesperado lo probé en alemán: ‘Los alemanes dirían: Der Präsident des Berzianischen Regulierungsrates des gegrillten Paprikas; suena como Kafka, ¿verdad?’ Al fin y al cabo decidí aceptar la diferencia cultural humorística y escuchar al Presidente del Consejo Regulador de los Pimientos Asados de El Bierzo. Y la verdad es que era muy interesante lo que dijo sobre el cosecho y la elaboración de los pimientos. Nunca es demasiado tarde para aprender algo.




miércoles, 21 de octubre de 2015

km0

Ahora que soy un cincuentón, por fin me puedo llamar un convencido partidario de algo. No, no se trata de un club de fútbol. Mi ligera preferencia por el Barcelona desapareció cuando Xavi Hernández se fue. De todos modos parece que el fútbol va a hundirse en escándalos de corrupción e impuestos, y no me extrañaría si dentro de poco a éstos también se sumaran escándalos de doping. No, tampoco es un partido político que me ha convencido tanto que me llamaría un partidario. Aunque veo el avance de los partidos nuevos como Podemos y Ciudadanos como un desarrollo esperanzador, los sigo críticamente con suficiente distancia. El nacionalismo, que hoy día está tan de moda, tampoco me puede fascinar. Los nacionalistas catalanes, los nacionalistas castellanos anti catalanes, los nacionalistas holandeses anti-inmigrantes, me parece que todos buscan una identidad que ya no existe si la hubo alguna vez, mientras en muchos países europeos los movimientos nacionalistas ya han pasado de ser ridículos a ser peligrosos. Lo que si me atrae tanto que ya me puedo llamar un partidario es el movimiento km0. Comer la comida que proviene del entorno directo.

Sin saberlo ella misma, quizás mi madre ya era una aficionada del movimiento de km0. Siempre elogiaba las coliflores holandesas, las fresas del suelo frío (que significa no de invernadero), las patatas desmenuzables de Frisia y tantas verduras nacionales más. Cuando empecé a viajar por Europa a veces la contradecía como un hombre que ha visto mundo: ‘Pero madre, las verduras de Francia y España son al menos tan ricas como las de aquí.’ Pero hoy día me inclino a darle toda la razón. Desde luego ella no pensaba en los efectos medioambientales del consumo de las verduras nacionales; las emisiones de CO2 todavía no eran un asunto. Ella hablaba de sabor. Lo que viene de cerca es más fresco entonces más rico.

También en El Bierzo siempre existía un no formulado espíritu de km0. Los Bercianos están orgullosos de sus reinetas, castañas, cerezas, peras conferencias y pimientos. En el mercado las verduras y la fruta siempre están anunciados como ‘del Bierzo’. Pequeñas fruterías tienen estantes con productos de la comarca que esa misma mañana han traído de las huertas. También los restaurantes participan en esta tendencia: ya empezaron las anuales Jornadas Gastronómicas de El Bierzo con menús que llevan ingredientes regionales.

Hoy día se recomienda sobre todo comer alimentos que provienen de la región con razones ideológicas: menos contaminación de CO2; estimular la economía regional y el empleo. Para mí, estos efectos son un extra, pero sobre todo me he convertido en un partidario de km0 porque me gusta ver donde crece lo que como. Me da un placer intenso andar por las viñas sabiendo que unos meses después voy a tomar una copa del vino que proviene de allí. La verdad es que tengo la impresión que una botella de vino comprado en un supermercado en Ponferrada ya recorrió una distancia bastante más larga que 0 km: primero desde la bodega al punto de distribución de la cadena, y después de vuelta a Ponferrada. Lo mismo vale tal vez para los pimientos asados y castañas en almíbar del Bierzo. 

¿Qué hace un partidario del movimiento de km0? Cuando voy un sábado al mercado cubierto, el carnicero ya sabe mis preferencias y empieza a explicar donde anduvieron los pobres lechazos de los cuales compro las chuletas, normalmente alrededor de San Lorenzo o Molinaseca. En los restaurantes niego con desprecio un Rioja como vino de la mesa. Cuando veo que un supermercado venden manzanas de Holanda pongo hocico. Y cuando leo que los tomates provienen de Holanda (foto) un escalofrío corre por mi espalda. Durante mi visita a Holanda en septiembre vi en un supermercado en Ámsterdam unas botellas de vino berciano. Vale, de estas compré inmediatamente algunas, aunque habían viajado tantos kilómetros como yo mismo. Nada de km0. Orgullo regional. Y rico.


viernes, 25 de septiembre de 2015

¡Mírame cuando te escucho!

Todo el mes septiembre estoy en Holanda para trabajar y, mientras tanto, ver a mi familia y amigos. Como siempre es agradable volver al país donde viví los primeros 50 años de mi vida. La vuelta a la rutina holandesa va rápida. Me muevo con facilidad en Ámsterdam, quizás con más facilidad que en Ponferrada. Literalmente, con la bici y el transporte público tan amplio. Pero sobre todo por poder comunicar en la lengua natal. Desde luego mi castellano se mejoró durante estos años, pero es un proceso lento.

Hablar la lengua perfectamente hace crecer la confianza en su mismo y da un cierto poder. Y muchas veces los españoles ya dan por supuesto que no les entiendo y no dirigen la palabra a mí, sino a la persona a mi lado, si esta es española. Si vamos por ejemplo un sábado por la mañana al mercado, mi mujer y yo, y veo a algún conocido en la calle que pregunto ‘¿Qué tal fueron tus vacaciones?’ la respuesta empieza con la mirada fijada en mí, pero si la historia se complica con anécdotas sobre retrasos del avión, olas de calor o lluvias de proporciones bíblicas en las playas gallegas, la mirada de la persona en cuestión se dirige automáticamente a mi mujer en busca de unos ojos marrones que comprenden todo en vez de estos ojos azules de un guiri que no parecen entender nada.

Solamente en algunas ocasiones es al revés. Hay raros momentos en los cuales un español busca en mis ojos el entendimiento que no cree poder encontrar en los de mi mujer. Siempre es un hombre. Siempre se trata de algún asunto técnico. Un ejemplo. Hay un problema con el coche y vamos al taller para averiguar si hay arreglo. Es el coche de mi mujer, entonces, es ella quién hace las preguntas.  El garajista empieza a hablar y ya veo pasar con mi mujer lo que pasa tan menudo a mí: está ninguneada. La mirada del hombre gira lentamente en mi dirección en busca de ojos masculinos. De pronto siento la obligación de entender todo lo que dice el garajista. La verdad es que no tengo ninguna idea de que está hablando. No soy nada técnico en general y sobre todo de coches no tengo ni el mínimo conocimiento. Ni siquiera tengo un carnet de conducir. Aunque mi castellano mejoró los últimos seis años, el progreso no incluía el vocabulario automovilístico. Todo lo que dice el hombre me suena como un sinfín de palabras: ‘alternador, distribuidor, arrancar, colector, acelerador,  silenciador, acelerar.’ Sabiendo que mi mujer está escuchando atentamente y probablemente entendiendo todo, me permito el lujo de desconectar y pensar en otras cosas. En este milano, por ejemplo, que vi tan de cerca cuando vinimos al taller. Los milanos son aves bastante raros en Holanda, mientras en El Bierzo se puede verlos al lado de las carreteras esperando a que algún animal esté atropellado por un coche. Un silencio me despierta de mis pensamientos. Noto que el garajista me mira inquisitivamente. Seguramente acaba de preguntarme algo. Para poner un fin al silencio inconveniente repito la última palabra que he oído: ‘Si, acelerar.’ Entra algo de desesperación en la mirada del garajista y por fin sus ojos vuelvan en la dirección de mi mujer mientras repite el sinfín de palabras técnicas.

Pues bien, en una semana volveré al Bierzo y llevo conmigo un acento holandés un poco más fuerte, como siempre ocurre después de volver de mi país natal. Pero prometo mejorar mi castellano tanto, que hasta las dependientes de las tiendas de ropa se dirigen a mí en vez de a mi mujer cuando pregunto si tienen un cierto pantalón en mi tamaño. Pero los asuntos del coche dejo en las manos confiables de mi mujer.

viernes, 14 de agosto de 2015

Arde El Bierzo

El sábado pasado salí con mi MTB desde Ponferrada hacia el sur, en la dirección de los Montes Aquilianos, una ruta aconsejable. Discurre por un paisaje muy variado con mata salvaje mezclado con tierras de labranza como viñas y huertos. Mi idea era hacer una ruta fácil y corta; por cierto, todavía hacia bastante calor y sobre todo no quería perder el momento de una caña bien merecida en una terraza en Ponferrada a la hora del puesto del sol. Pedaleé por caminos de tierra en la dirección del hermoso pueblo Villar de los Barrios con la intención de beber allí agua de la bomba, entonces no hacía falta llevar una botellita de agua, pensé con mi estúpida cabeza. Como pasa a menudo cuando hago una excursión, o en la vida en general, cambié de camino de rumbo. Así llegué a un camino demasiado pendiente dónde al final tuve que caminar, cansado, sudoroso y con mucho sed. Por suerte había moras para apagar la sed. Como homenaje a la zarza hice esta foto:
Miramos hacia el norte. Detrás de los protagonistas de esta foto, las zarzas, vemos en el valle Ponferrada y en el horizonte la Cordillera Cantábrica. 

Continué mi ruta. Decidí no bajar al pueblo San Estéban de Valdueza aunque sabía que allí también me esperaba una tentadora bomba de agua, sino coger un camino fácil y rápido de vuelta a Ponferrada. Una vez en casa me duché y me dirigí al parque llamado El Plantio donde me esperaban mi mujer y mi suegra. Olía extraña en Ponferrada. A chimenea. Mis ojos me lagrimeaban. Cuando llegué al parque mi mujer me preguntó: ‘¿Viste el fuego desde allí arriba?’ La verdad era que no. El cielo había sido tan claro como puede ser. Y ahora todo el valle se había llenado con humo. En el cielo vimos hidroaviones yendo y viniendo desde el pantano para coger agua. En vez de la alegría normal de una tarde del verano con las terrazas llenas y gente paseando, ahora reinaba un ambiente amenazador. Había un fuego forestal en algún sitio cerco, y al parecer no era uno pequeño.

Una vez en casa cerramos las ventanas contra el olor. Siempre da una sensación rara: tener que cerrar ventanas para tener aire fresco. Fui a la ventana e hice esta foto:
Miramos hacia el sur, más o menos hacia dónde antes había estado con mi bici. Los Montes Aquilianos están casi escondidos detrás de una nube de humo.

El fuego estaba relativamente lejos; cerca de Villafranca del Bierzo, pero El Bierzo es una hoya rodeada de montañas por lo cual el humo no puede escapar. En la televisión local vimos como bomberos y la población probaban apagar el fuego. Presumiblemente el fuego era provocado intencionalmente. Nadie sabe porque.

miércoles, 5 de agosto de 2015

El Gran Alcalde

Que en ciertos círculos en Ámsterdam era conocido como ‘El Gran Alcalde’ era por mi guía de aves. Durante una excursión en barco de vela mis amigos se habían apoderado del librito y leían entre risas en voz alta algunos nombres de las aves que, lo admito, a veces son absurdos, entre los cuales De Grote Burgemeester, el gran alcalde, el nombre de una gaviota que tiene su hábitat en el norte de Europa. Cuando unas semanas después en un bar en Ámsterdam introduje a mis amigos un por criterios holandeses pequeño hombre con bigote y añadí ‘Es un alcalde español’ el apodo no tardó mucho en surgir.

Le había encontrado unos años antes aquí en El Bierzo. Era en los años ochenta cuando ya visitaba de vez en cuando estas tierras. En aquella época me pasaban en España las cosas más inesperadas porque si alguien me proponía algo con suficiente entusiasmo solía responder ‘si’ sin entender exactamente lo que me acababan de decir y en el momento que podía ver todas las consecuencias me faltaban habilidades lingüísticas para formular argumentos convincentes en contra de la propuesta. Así llegué a pasar una noche en una habitación de una gasolinera para salir el día después con el alcalde en su todoterreno por los Montes Aquilianos, una zona que ahora conozco tan bien. La ruta que seguíamos no puedo reconstruir exactamente y a veces me pregunto dónde fue este restaurante dónde comimos tan excelente y coqueteamos como adolescentes con la joven camarera. En cierto momento en la tarde el alcalde paró el coche en medio de nada y me dijo: ‘Si quieres podemos volver aquí esta noche para cazar unos jabalís.’ Porque había acompañado estas palabras con el gesto de tirar una escopeta, esta vez no dije inmediatamente ‘si’ a lo que me propuso con tanto entusiasmo. ‘¿Jabalís?’ pregunté prudentemente. ‘Si, cerdos salvajes’, me explicó. ‘Ponemos allí comida, encendemos de pronto las luces delanteras del coche y no se puede errar.’ En mi mejor castellano le contesté que estaba un poco cansado y que tenía ganas de terminar este día tan agradable con unas cervezas en su compañía. Y así lo hicimos.

Unos años después vino a Ámsterdam para asistir a un congreso europeo sobre la minería. Dejaba la cena oficial y el programa cultural de la noche para salir conmigo. Así llegamos en aquel bar dónde le introduje a mis amigos. El gran alcalde no tenía, como se dice en Holanda, sus ojos en los bolsillos y la belleza de una dama que estaba tomando una cerveza en la mesa al lado no le había escapado. ‘Dile que tiene los ojos muy bonitos,’ susurró. Miré a la chica que me estaba indicando con pequeños gestos de la cabeza y constaté que los ojos no eran exactamente lo que más llamaba la atención de esta chica. Cuando me giré otra vez hacia él para decírselo, constaté que era más bien al revés; era él que tenía los ojos muy bonitos; ojos que brillaban de pícaro. ¿Qué haces cuando te visita en Ámsterdam un alcalde berciano que te llevó con su todoterreno por la montaña y te invitó a cazar jabalís en la noche? Le llevas atrás en la bicicleta al barrio rojo. Mis amigos andaban en bici detrás de mí y cerca de la iglesia del oeste oí nacer el apodo: ‘Creo que el Gran Alcalde le está pasando fenomenal.’ Como si fuera una rutina diaria cruzamos la zona peatonal de la Plaza Dam, mientras yo daba la información turística: ‘Allí está el palacio, originalmente construido como ayuntamiento, cuyo cimentos consisten en 13.659 palos de madera para evitar que se hunda en la turba’ (en estos años solía trabajar en los veranos como guía). Desde luego pedaleábamos por algunas calles estrechas del barrio rojo mientras continuaba dando información: ‘Aquí la profesión más vieja del mundo se ejerce alrededor de la iglesia más vieja de Ámsterdam que data del siglo 14.’ Al final paramos en frente de un bar en la calle De Zeedijk (‘El Dique del Mar, una vez la defensa tan necesaria contra las olas feroces del mar’) y pudo comprobar que sus ojos brillaban como nunca antes.

Desde que vivo aquí en El Bierzo solamente quedamos una vez. Fue en un bar situado en la mitad de la carretera hacia su pueblo desde Ponferrada. Seguía siendo alcalde y hedonista, aunque el resplandor de sus ojos parecía un poco apagado. Hablamos de nuestras vidas en El Bierzo; él sobre los problemas de su pueblo donde muchas minas se cerraban. Una vez venían unos activistas en contra de la minería de la ciudad León a su pueblo para hablar sobre el impacto de las minas en el medio ambiente y ¿qué piensas?, cuando salieron del bar del pueblo notaban que unos chicos habían pinchado los neumáticos de sus coches. Cuando nos contó esta historia sus ojos brillaban como en los viejos tiempos. Le preguntamos: ¿Pero tu dijiste a estos chicos …………….?’ No contestó pero se fue a la barra para pedir unas cañas más.

Después, solamente una vez más nos encontramos, pero eso fue por casualidad. Era en El Rosal, el centro comercial de Ponferrada, un sitio que procuro visitar tan poco como posible. Él y su mujer estaban en la escalera mecánica hacia abajo, nosotros estábamos subiendo y nos saludamos con la mano. Casi no le reconocí, así sin su bigote tan típico. Parecía más viejo, un paisano que estaba fuera de su lugar en este centro comercial de la ciudad. Quizás ya se sentía afuera del lugar en la sociedad española en general. En algunos pueblos todavía se puede encontrar a alcaldes como él: cambian tan fácilmente de partido político como de pantalón para quedarse en el poder, están dispuestos a traspasar los límites de la ley y de la ética para defender los intereses de los vecinos y son muy populares. Creo que es un espécimen en extinción, por la despoblación de los pueblos y las reformas administrativas que quizás sean necesarias, pero se pierde cierto romanticismo y pintoresquismo.

Hace unos meses nos llamó por teléfono. Soltó incoherencias y parecía en ebrio, probablemente los efectos de las medicinas. A nuestra pregunta si le había pasado algo, solamente respondió que había tenido mejores momentos en su vida. Que esta llamada era su despedida de nosotros nos realizamos unas semanas después, cuando leímos en el Diario de León la esquela de defunción. El Gran Alcalde ha volado.

sábado, 4 de julio de 2015

Emigración

Hace seis años, cuando celebré en Ámsterdam con el equipo de fútbol mi cena de despedida, mi amigo Richard me hablaba de manera paternal: ‘Vas a ver cómo este paso enriquecerá tu vida, como me pasó a mí cuando emigré a Holanda.’ Rezongué un poco: ‘Pero Richard, tu tenías entonces unos veinte años; ya tengo cincuenta, ¿sabes?’ Pero ahora sé que Richard tenía razón. Moverme al Bierzo de veras amplió mi horizonte. A veces puede ser beneficioso cambiar los hábitos, despedirse de gran parte de las posesiones materiales y adaptarse a circunstancias nuevas. Aunque tampoco tenemos que exagerar el impacto: emigrar se ha puesto hoy día más fácil; se puede mantener el contacto con la familia y amigos por internet y gracias a los low cost compañías aéreas es pagable volver de vez en cuando a la patria.

Noto que en España se habla de manera negativa sobre la emigración. Desde luego hace mucha diferencia si se debe emigrar por motivos económicos o si lo haces por amor, como fue en mi caso. Pero también parece que el vínculo con la tierra maternal es aquí más fuerte que en Holanda (aunque la locura naranja holandesa en eventos de deporte hace pensar diferente). Un hijo de emigrantes españoles a Canadá me dijo una vez: ‘En Canadá tenemos inmigrantes del todo el mundo y casi todos vienen a quedarse con una sola excepción: los españoles: nosotros siempre volvemos a la tierra natal.’ Aquí en El Bierzo viven muchos ex emigrantes que después de su jubilación volvieron cuanto antes a su tierra, a pesar de las quejas de los hijos. Desde luego, la pensión en florines holandeses, marcos alemanes o francos suizos valía entonces mucho en España, dónde la peseta siempre estaba en un proceso de devaluación, pero en muchos casos era la nostalgia que provocó la decisión de volver. Tampoco todos los emigrantes españoles de la actual generación parecen ser muy felices en su nuevo país, así leo en los blogs de Españoles en Holanda (el público principal de los blogueros son otros blogueros). Los modales distintos, la comida holandesa, la lengua imposible y el clima húmedo provocan nostalgia y malestar.

Hace unas semanas vi en el programa televisivo El Intermedio un reportaje que, creo yo, es ilustrativo de la aversión a la emigración. Entrevistaron a un joven español, unos 25 años, que vivía en una ciudad inglesa, creo que Manchester. Contó que no era muy feliz allí, porque todo era muy diferente: la comida, la manera de salir, la gente. La única cosa que le gustó era tener trabajo. ‘¿Y qué echas lo más de menos?’ preguntaron. ‘Las croquetas de mi madre,’ dijo, y en este momento, ¡sorpresa!, entró la madre con un plato de croquetas. No estamos exactamente hablando de un programa que defiende los valores católicas de la familia; el Intermedio es un programa más bien de izquierda, siempre muy crítica con el gobierno y la corrupción del PP. Creo que algún ministro de Rajoy había ventilado comentarios relativizando los problemas de los emigrantes y El Intermedio quería mostrar lo duro que emigrar puede ser. No hay duda de eso: tener que buscar la vida en otro país por necesidad puede ser durísimo, pero este reportaje me daba la impresión que distanciarse de las croquetas de su madre era exactamente lo que este chico necesitaba.

Tan duro como emigrar puede ser cuando tienes pareja, hijos o padres mayores, tan beneficioso puede ser cuando todavía eres joven, o igual no tan joven pero sin lazos que te impiden disfrutar de un cambio refrescante. Igual migración es la única manera para salvar la Unión Europea. Si más jóvenes vivieran al menos un rato en otros países europeos para conocer y apreciar las costumbres diferentes se crearía una identidad europea o en todo caso se desminuiría el nacionalismo destructivo que parece reinar en este momento.

Desde luego tengo a veces nostalgia, por ejemplo hacia los guisotes holandeses con patatas y chucrut machacadas y salchicha ahumada, cuyos ingredientes no se pueden obtener en El Bierzo. Entonces, compro en el mercado las verduras de aquí, acelgas o berzas, y un chorizo ahumado, para preparar un guisote hispanoholandés, que muestra que una combinación de dos culturas puede resultar en algo superior.



un guisote multicultural



domingo, 14 de junio de 2015

Hacer caca en Ponferrada

En este blog ya he escrito muchas veces sobre las diferencias culinarias entre España y Holanda, pero nunca sobre la materia en la cual inevitablemente se vuelve la comida y el problema de dónde dejar esta materia. Ahora ha llegado el momento de poner un fin a esta deficiencia.

No parece existir algo como una cultura fecal en Europa. No nos sentimos holandés, español, o berciano por la manera de hacer caca. Aunque siempre ponemos énfasis sobre las diferencias de los platos regionales o nacionales (ah, los arenques de Holanda, uy, el botillo del Bierzo), nunca hacemos elogios parecidos a los excrementos que producimos después, probablemente porque la textura y el olor dan asco y sobre todo porque el proceso digestivo disminuye considerablemente las diferencias que había entre las comidas. Comida y mierda es como vida y muerte; cada persona es única, pero ante la muerte somos todos iguales.

Cuando se viaja afuera de Europa hay más diferencias. No siempre se utiliza papel higiénico, sino piedras o agua del rio. Cuando estaba en Beijing fui a los barrios antiguos, los hutongs, donde entré en un aseo común. Me extrañaba que allí había gente leyendo el periódico mientras hacían caca en público, aunque ellos parecían todavía más sorprendidos por ver a un guiri en un sitio con tan poco interés turístico. En mis viajes por Europa me extrañaban los bidets que siempre estaban presentes en los hoteles y también en muchas casas en el sur de Europa, aunque no creo que se utilice mucho. En Francia si existe otra cultura fecal. Allí se puede encontrar  en los baños en vez de un váter un agujero con dos huellas para poner los pies. Se debe sentarse de cuclillas y esperar que toda caya en el agujero en vez de en el pantalón que cuelga alrededor de los tobillos.

Hay algunas diferencias en la manera de hacer caca entre Holanda y El Bierzo. Una es que en las viejas casas de las ciudades holandeses el WC y la ducha no están en el mismo espacio. No creo que habían planificado esta separación; muchas casas no solían tener duchas hasta los años cincuenta, cuando las construyeron donde había sitio, quitando un armario por ejemplo. La verdad es que hay ventajas en la separación. Se puede utilizar el baño mientras alguien está duchándose lo que evita atascos por la mañana. Aunque debo admitir que puede ser agradable poder ir directamente desde el váter hacia la ducha sin tener contactos sociales en el pasillo.

Otra diferencia es el tipo de váter. Aquí en España se utiliza sobre todo los váteres en los cuales la caca se hunde inmediatamente en el agua, lo que puede producir una chorretada que moja las nalgas. En Holanda otro tipo es más común; el váter tiene un suelo con un poquetín de agua donde aterrizan los excrementos. Allí se quedan hasta que se tire la cadena. La gran ventaja es que se puede examinar detalladamente la producción del día, lo que puede ayudar a diagnosticar el estado de la salud. Una desventaja es que es más difícil mantener el váter limpio. En las casas nuevas ya se ve menos estos tipos de váter; puede ser que van a ser la próxima víctima de la globalización, que hace que todo el mundo hace caca en la misma manera.

Creo que ya he dicho todo lo que se puede decir sobre el tema. Desde luego tengo a veces nostalgia a Holanda, pero casi nunca a la manera de hacer caca. Y por esa vía quiero invitar a todos los lectores de este blog de venir al Bierzo para disfrutar la cultura culinaria y fecal. Tenemos unos platos regionales abundantes que te harán mojar las nalgas

váter holandés

sábado, 23 de mayo de 2015

Fiebre de las elecciones

Las calles están llenas de los posters de los candidatos para la alcaldía de Ponferrada. Todo el tiempo se oye el sonido de eslogans políticos y música distorsionada que sale de los altavoces de los coches pintados en los colores de los partidos. El buzón se llena cada día con folletos, también el sábado cuando normalmente correos no trabaja. En suma, reina la fiebre de las elecciones. El próximo domingo será el gran día. Yo, como orgulloso habitante de Ponferrada y de la autonomía Castilla y León tengo el derecho de voto en estas elecciones, que pueden ser importantes por la incorporación de los nuevos partidos Podemos y Ciudadanos.

Desde luego mi voto debería depender de asuntos con importancia local o regional. El mantenimiento y la construcción de los carriles de bici, por ejemplo, porque últimamente me muevo a menudo con una bici alquilada por la ciudad lo que no es sin peligros. Los carriles de pronto terminan o no se conectan. O qué pensar de este dique que quieren construir para proteger Ponferrada de inundaciones del río Sil. A primera vista parece un proyecto sin sentido; nadie en Ponferrada se siente amenazado por el río. El proyecto estará financiado por Europa y genera desde luego empleo, lo que en El Bierzo hace falta. ¿Pero no debe Europa controlar si los proyectos financiados son al menos útiles?

Pero hay un tema que sobresale los problemas locales que, espero, va a determinar el resultado de estas elecciones: la corrupción. La gente está harta. Los nuevos partidos tienen la reforma del estado y la lucha contra la corrupción como temas principales, pero son partidos que crecen rápidamente sin tener ninguna experiencia en gobernar y no había una selección profunda de sus candidatos. El pronosticado éxito ha atraído a muchos buscavidas y gritadores, sobre todo al nivel local y regional. Ya he oído bastantes rumores que lo indican. Una noche en un bar un amigo mío me contó que a él le prefería un político corrupto y competente sobre uno honesto e incompetente. No estaba de acuerdo. La corrupción es muy contraproducente. Lleva a proyectos sin sentido que cuestan más dinero del necesario porque lo adjudican a la empresa que paga comisiones ilegales en vez de la empresa más eficaz. Además la corrupción tiene una influencia muy negativa sobre la disposición de pagar impuestos, lo que hace que el déficit del estado todavía sube más.

En otras elecciones los votantes no mostraban tener mucho interés en el comportamiento ético de los políticos. En 2011 el PP ganó las elecciones generales, mientras hasta un guiri ya sabía que el partido estaba metido en muchas tramas de corrupción. En abril el PSOE ganó en Andalucía a pesar de tantos casos de robo de fondos sociales, pero ya menos convincente. Allí ya se ve el efecto purificante del crecimiento de los nuevos partidos; los responsables de tanto robo tendrán que marcharse del PSOE.

Desde luego no se debe esperar milagros. No es tan fácil transformar una sociedad, por suerte. Hacen falta discusiones, coaliciones y concesiones para poder ir con pequeños pasos en la dirección adaguada. Para empezar votar el domingo. Yo votaré contra el bipartidismo.


Carriles de bicicleta terminan o no se conectan (Parque del Oeste en Ponferrada)

sábado, 16 de mayo de 2015

Por la izquierda o por la derecha

Durante mis clases particulares lo veo como mi tarea principal mantener una conversación para practicar hablar inglés. Por suerte tienen La Escuela de Idiomas en Ponferrada, The University of Cambridge y las escuelas secundarias aquí casi los mismos topics para el speaking, por lo cual ahora me puedo llamar un especialista en mantener una conversación animada en inglés sobre los temas: introducirse, tiempo libre, la familia, salud, redes sociales, el cambio climático, la moda, criminalidad y justicia, prejuicios. Pero tanto el profesor como los alumnos están a veces hartos de siempre los mismos asuntos; tengo la impresión que se utiliza el cambio climático tanto como un tema de clase que puede generar la negación del fenómeno, aunque sea solamente por contrariedad. Cuando uno de mis alumnos empieza a hablar sobre cualquier asunto nuevo, inmediatamente reacciono entusiasmado.

Y esto pasó la semana pasada, cuando uno de mis alumnos, un escolar todavía, dijo algo sobre las elecciones del ayuntamiento y las autonomías del mayo. Hablamos un rato sobre el ascenso rápido de los nuevos partidos, cuando comentó: ‘Lo que me sorprende es que en el norte de Europa los partidos populistas son de extrema derecha, mientras aquí los nuevos partidos son de izquierda. Una observación acertada, aunque si se puede hacer algunas acotaciones: en Grecia también existe un partido populista de la derecha (que está en la coalición del gobierno) y hasta un partido nazi, y el color político del Movimiento 5 estrellas italiano no es tan claro. Pero es llamativo que en España no hay un partido antieuropeo y antinmigración de importancia, como los que hay en Holanda, Francia, Bélgica e Inglaterra. En España el descontento viene de la izquierda, en el norte de la derecha.  

Aunque en España se identifica bastante con la región o la autonomía, por cierto existe un sentimiento nacionalista español. Se lo puede notar en expresiones inocentes como: ‘Aquí se come mejor’ o ‘Increíble que en otros países no tienen la comida más importante a mediodía,’ o ‘Pero nosotros somos más felices.’ Lo que casi nunca he notado es desdén hacia extranjeros. Después del atentado en Madrid de 2004 las reacciones más feroces no estaban dirigidas a los musulmanes en general, sino a los políticos responsables. Quizás la tolerancia hacia extranjeros tiene que ver con una aversión contra la retórica ultraderecha después de tantos años de dictadura de Franco. O quizás el pasado de emigración española de los años 50 y 60 desempaña un papel.

Más llamativo es tal vez la popularidad en el norte de Europa de los partidos populistas-ultraderecha, cuyos líderes muchas veces parecen a los chicos más fastidiosos de la escuela. Puede ser atractivo dar la culpa de la crisis a otros y en el norte los populistas eligen para esto los económicamente débiles: los inmigrantes y los países de Europa del sur. También en España dan la culpa a otros, pero aquí eligen como chivos expiatorios a Merkel, los bancos y la casta. En vez de dar patadas hacia abajo, como hacen en el  norte, hacen patadas hacia arriba, lo que a mí me parece menos antipático. Aunque todo esto de dar patadas no solucionará en ninguna manera la crisis económica, desde luego; esto será un proceso lento y difícil, pero con un mensaje semejante no se ganará ningunas elecciones.

Por supuesto no dije todo esto durante la clase. Pues, era sobre todo mi alumno que tenía que hablar. Entonces le pregunté su opinión sobre los nuevos partidos en España, sobre la Unión Europea y el euro y sobre su futuro en el mercado laboral, hasta pensé notar en su mirada algo como: ‘¡Qué asunto más aburrido! ¿No podemos hablar sobre el cambio climático y los redes sociales como siempre?’ Yo mismo sabía evitar expresar mis opiniones políticas; no quiero que mis alumnos piensen que sea un pedante del norte, un sabelotodo. Vale, no creo que lo sea. ¿Verdad?



jueves, 30 de abril de 2015

El peregrino incrédulo

No recuerdo bien cuando entré por primera vez en una iglesia. Debe ser en un viaje; quizás cuando fuimos con la escuela a Heidelberg en Alemania o durante las vacaciones en Francia cuando visitamos Reims. Mis padres me educaban sin ninguna religión. Por eso no tengo la inclinación de atacar religiones ferozmente come suelen hacer gente que perdieron su fe, pero tampoco tengo ningún sentimiento religioso. No busco explicaciones sobrenaturales para las cosas que no entiendo. La vida ya es suficiente milagrosa; no hace falta inventar nada para hacerla parecer más interesante.

Quizás emigré a unos de los países más confesionales de Europa, en el sentido que en España apenas existe la separación entre estado y religión. Las clases de religión en las escuelas públicas consisten en enseñar el catecismo. La contribución a la iglesia va por vía de los impuestos, aunque se puede elegir pagar a caritas laica. A pesar de todo esto la secularización es alta. Conozco a muy poca gente que de veras va regularmente a misa. Muchas parejas eligen bautizar y dar la primera comunión a sus niños, pero tengo la impresión que para la mayoría es algo como yo celebro Navidad. Es costumbre y no mucho más. Las ceremonias para las bodas y los funerales casi siempre tienen lugar en la iglesia. Lo que atrae mi atención es que casi no hay diferencia en la tristeza por la muerte entre creyentes o no creyentes. Para una persona ajena de religión parece que no de veras se cree el dogma de la vida eterna. También tengo la impresión que la mayoría de los católicos no toman mucho en serio los relatos sobre milagros y apariciones.

Cuando estuvimos de vacaciones en Portugal visitamos algunas iglesias cómo la de Barcelos, famosa por su milagro del gallo. El milagro fue que un peregrino injustamente condenado a la horca era salvado porque un gallo asado se levantó y cacareó. Puede pasar, desde luego, pero casi la misma historia ya había oído cuando andaba como peregrino (incrédulo) desde Pamplona a Burgos, ya hace 11 años. En Santo Domingo de la Calzada ocurrió casi el mismo milagro, pero allí fueron unos pollos asados que se resurgieron. Del techo de la iglesia de Santo Domingo cuelga una caja con pollos vivos para memorizar el milagro. No creo que haya muchas personas que lo creen. Es un relato bonito, una fábula, una parábola. Estos cuentos fantásticos hacen la religión católica en cierto sentido más humana que los corrientes más estrictos de las iglesias protestantes que toman la biblia tan literalmente.

Durante la misma caminata entre Pamplona y Burgos dormimos una noche en el albergue del pueblo Villamayor, que estaba dirigido por una fundación cristiana holandesa muy protestante (y todavía existe: aqui). Por la noche cantaban canciones cristianas, hasta que logré tomar la guitara en las manos y acompañé a mi amigo Ton que cantó con voz fuerte y desafinada una canción de rock & roll holandesa. En el albergue había por todas partes posters de un Jesús con ojos penetrantes que casi nos quitaban el sueño. El día después llegamos en Torres del Río dónde el albergue estaba en manos de una pareja, que quería vender el albergue. Justamente cuando estaba tomando una caña en el bar entraban los compradores para hablar con los dueños. ¡Otra vez eran protestantes holandeses! Y por la vista todavía más estrictos que los de la noche anterior. Hablaban un buen rato con los dueños y cuando salieron decidí por la primera y la última vez en mi vida defender las tradiciones católicas. Dije algo como: ‘No debéis vender a esa gente; son protestantes fundamentalistas de Holanda, que utilizan el Camino de Santiago para imponer su religión. Ayer ya teníamos que escuchar canciones cristianos toda la noche y no pudimos dormir por los omnipresentes ojos penetrantes de Jesús; esto no debe pasar dos noches seguidas.’ Los dueños me miraban un poco extrañados y murmuraban algo como: ‘Gracias por su información’ mientras pensaban: ‘Otro loco holandés’. No creo que sea por mis palabras pero cuando ahora busco en internet no encuentro ningún albergue holandés en Torres del Río.


Barcelos: el gallo y el peregrino ahorcado pero salvado

jueves, 16 de abril de 2015

Pascua en Portugal

Es Pascua en Portugal. Las tiendas y las calles de Braga están adornadas. Liebres, huevos, polluelos; son los mismos símbolos de la primavera que en Holanda suelen aparecer. En Ponferrada mucho menos. Sin embargo, Portugal no es menos católico. También aquí se celebra la Semana Santa con muchas procesiones. Pero hoy no. Es el domingo de Pascua. Curas van de casa a casa para anunciar la resurrección de Jesús. Andan por las calles con una campanita. Logro suprimir un impulso adolescente de pedirles un helado (en Holanda los heladeros siempre se anuncian con una campanita). Buscamos un restaurante para tomar nuestra última comida en Portugal. No es fácil. Casi todo está cerrado. Otra diferencia con España. Allí seguramente todos los restaurantes están abiertos y al tope. Al fin sabemos encontrar un restaurante llenísimo donde, desde luego, pedimos bacalao.

Hablamos de las diferencias entre España y Portugal. Los portugueses hablan menos alto, es nuestra impresión. Como en España hay una televisión en el restaurante pero el sonido está apagado. Los portugueses hablan mejor inglés que los españoles, noto como recién profesor inglés. En los restaurantes, hoteles y las oficinas de información turística la gente parece preferir hablar inglés sobre castellano, tal vez porque muchos españoles empiezan en su propia lengua sin preguntar si se habla. En las ciudades portugueses casi siempre se puede encontrar prensa internacional, lo que en Ponferrada es absolutamente imposible (una excepción: el bar Termita Lab donde tienen The New York Times).

La escena callejera es diferente. Las calles portugueses parecen más limpias que en Ponferrada, dónde siempre son grises y manchadas como si hayan trabajado con aceite. Los cascos históricos se preservan y restauran mejor en Portugal, aunque quizás no en todas las ciudades. Pero Braga está bien cuidada y hace unos días Guimarães nos parecía un sueño. Lo que más atrae la atención es la enorme cantidad de pastelerías con productos de alta calidad. ¿De veras los portugueses comerían tantos pasteles?

¿Qué es lo que atrae la atención cuando un extranjero visita España? La cantidad de bares y restaurantes, por supuesto. Los quioscos de periódicos y revistas. A mí siempre me sorprende la cantidad de peluquerías, clínicas dentales y ópticas en Ponferrada. ‘¿Qué sorprende un extranjero de las ciudades holandeses?’, pregunto a Ana. ‘Los coffeeshops,’ dice inmediatamente. ‘Y las bicis.’ Un momento está pensativa y sigue con: ‘Y todos estos alimentos preparados que hay por todos lados: bocadillos de queso, jamón, huevo o combinaciones de los tres con tomate, lechuga y la imprescindible mayonesa. Bocadillos de pescado, salchichas, croquetas, pizzas y  qué sé yo, que se mantiene caliente todo el día. ¡Qué asco!’ Un escalofrío recorre su espalda.

De por sí la conversación continua sobre comida. Pues, viajar es para nosotros también una aventura culinaria, aunque la cocina portuguesa se parece bastante a la española. El pulpo prefieren en Portugal comerlos fritos o asados y no conocidos como en Galicia. Nos gustó. Por lo demás comimos bacalao y unas salchichas portugueses que hasta ahora desconocimos. Pero el desafío más grande era esta vez lampreia, la lamprea. Es un bicho raro, entre pescado y serpiente, que vive como parásito adherido a un pescado o mamífero del mar chupando su sangre. Para reproducirse vuelven a los ríos donde los pescadores portugueses y gallegos los pescan. Comer lamprea es una experiencia especial.

Después de pagar andamos hacia el coche y empezamos la vuelta. No notamos nada del jaleo de tráfico de lo cual las noticias españolas nos avisaron. Apenas hay otros coches. Cuando pasamos la frontera nos miramos. Era estupendo este viaje corto. Desconectamos completamente. También es estupendo volver a casa.

Lamprea


Prensa internacional en Barcelos, Portugal

sábado, 28 de marzo de 2015

La teoría de Keynes aplicada en la Calle Rañadero

Los últimos meses casi cada día subía algunas veces la Calle Rañadero en dirección del Hospital de la Reina. Es la calle que empieza cerca del puente sobre el río Sil y sube hacia la Plaza Virgen de la Encina en el casco histórico. Pudiera ser unas de las calles más características de Ponferrada  y en cierto sentido lo es. Característica por la decadencia en la cual tantas ciudades y pueblos en España han caído (véase una opinión anterior llamada  Pueblos perdidos)

Al subir siempre los mismos pensamientos me ocurrieron. ¿Cómo es posible que un callejón en potencia tan guapo puede ser tan descuidado. Ya empieza abajo dónde está el una vez bastante famoso restaurante de pulpo Casa Cubelos, que desde hace unos años está vacío. Lentamente el deterioro toma posesión del edificio. Subiendo vemos a unos pocos negocios que se han mantenido. El restaurante El Rañadero, una relojería, una tienda que en Holanda se llamaría un Home Grow Shop con accesorios para cultivar marihuana, el café Punto del cual cada uno con excepción de la policía sabe que se vende drogas y, casi arriba, una academia para estudios de turismo. Además, casi todas las casas están en un estado deplorable. Algunas desaparecieron por completo o están quemadas. Algunas puertas están forzadas por gente sin techo en busca de un sitio seco para pasar la noche.  

Así caminaba casi cada mañana a las nueve por la calle destrozada hacia arriba, a veces en una llovizna triste, a veces en el frío montañoso cuando el cielo azul estaba lleno de promesas de un día estupendo. Al acercarse la primavera cada vez más peregrinos bajaban la calle; me saludaban como uno de los suyos aunque iba en la dirección opuesta. Pensé: El Camino de Santiago es una oportunidad para presentar Ponferrada a un público internacional. ¿Cuánto dinero han gastado en el Mundial del Ciclismo con el mismo objetivo? ¿No hubiera sido mejor gastarlo en la restauración de una calle como el Rañadero?

Pensé en mis propias clases de economía cuando explicaba la teoría de Keynes a mis estudiantes. Durante una crisis el estado debe estimular la economía con inversiones públicas útiles. Pues, el desempleo hace la incorporación de mano de obra relativamente barata porque la diferencia entre una prestación social y un sueldo no es tan grande. Los precios de las casas y de la tierra son relativamente bajos y así también la tasa de interés. Es el momento apropiado para comprar todas las casas del Rañadero y restaurarlas para matar dos pájaros de un tiro: crear empleo y hacer de Ponferrada un sitio más agradable para vivir o visitar. El ex restaurante de pulpo podría ser un albergue para los peregrinos. La calle sería un buen sitio para pequeños negocios, restaurantes y bares. En el verano se pudiera organizar un rastrillo y miniconciertos.  

Un momentito. También se debe considerar las desventajas, desde luego. Es algo que siempre enseño a mis estudiantes. Tienes que ser capaz de dar los pros y los contras, porque si no, no tienes una opinión sino una convicción. ¿De dónde se puede sacar el dinero? Las deudas en España ya son tan altas. Y importante es que van a utilizar el dinero bien. Que no todos los constructores y empleados son por casualidad amigos y familiares de los políticos responsables. Que el dinero no desaparece en las cuentas privadas de políticos, empresarios o gerentes sindicalistas sin escrúpulos, como pasó por ejemplo con los subsidios al carbón y con los fondos para cursos para formación. Esperamos que en España vaya a soplar un viento fresco, ahora que nuevos partidos políticos como Podemos y Ciudadanos entran en la arena política lo que también fuerza a los partidos tradicionales a limpiar sus filas. Y debe haber algún fondo europeo para restaurar cascos históricos, ahora que algunos de los países del norte tienen negativas tasas de interés.

Por un momento me imaginé como por la izquierda y la derecha de la calle los propietarios de las nuevas tiendas, restaurantes y bares abrieron las contraventanas de sus nuevos negocios, mientras silbaban una melodía alegre. Los peregrinos más madrugadores ya estaban tomando sus cafés y chocolates con churros. Detrás de mi oía la gente susurrar: ‘Mira, allí anda el guiri de los opiniones; gracias a su blog arreglaban nuestra calle tan estupendamente.’ Y con una sonrisa en los labios seguí mi camino entre las casas decaídas hacia arriba.  


lunes, 16 de marzo de 2015

Hasta encontrar el sueño

Mi amor por la montaña empezó hace unos 50 años. Mi tío nos invitó a una película como solía hacer cuando uno de nosotros cumplía años. Ni siquiera recuerdo si mis hermanos o mis padres también estaban. Lo que nunca olvidaría era la última escena de la película. La familia Trapp huye de los nazis por los Alpes desde Austria a Suiza. Con asombro vi la alta montaña y escuché la música. The Sound of Music. Qué belleza! (aqui)
Tendría que pasar mucho tiempo hasta que viera por la primera vez una montaña. Siempre pasábamos las vacaciones con mis padres sin salir de Holanda, donde el ‘monte’ más alto es unos 300 metros. Me gustaban mucho las colinas en los bosques del este de Holanda donde pasábamos cada verano unas semanas. Nunca olvidaré cuando mi padre y yo fuimos muy pronto por la mañana a un brezal en el bosque y vimos dos ciervos, una madre y un cervatillo, desde muy cerca. La alta montaña vi cuando tenía 19 años.

Mi escuela organizaba un viaje de esquiar a Austria. Viajábamos hacia allí en autobús. Desde luego el viaje de ida resultó en una pequeña fiesta que duró hasta muy tarde de la noche. Por la mañana nos despertó la música que el chofer había puesto. ¿Lo hacía porque tanto le había irritado la música rock y disco que estaban de la moda entonces y quería vengarse  despertando a los alumnos con su tipo de música? ¿O era porque creía que esta música era la más adecuada para acompañar el paisaje que revelaba el amanecer? En todo caso, abrí mis ojos y vi por la primera vez de mi vida los picos de alta montaña cubiertos de nieve, mientras sonaban los largos tonos de la armónica de boca de Toots Thielemans. (aqui
 
Había momentos en mi vida en los cuales renegaba mi gusto por Toots Thielemans y Julie Andrews por decir que no era mi estilo de música (la arrogancia de la juventud, ¿verdad?). Pero toda mi vida la llevaba conmigo hacia la alta montaña. Cuando pasaba mis vacaciones de veranos en España, me gustaba entrar el país a pie por los Pirineos, con amigos o solo. Fui por ejemplo en tren a Perpignan, cogí allí el trenito amarillo (le train jaune de Cerdagne) y bajé en unos de los pueblos tan cerca de Los Pirineos. Fontpédrouse puedo recomendar. Y desde allí, con la música de Toots Thielemans en la mente, subí al refugio justamente debajo de la frontera. La próxima mañana subí hasta llegar a la cresta dónde está la frontera y canté bajito:

Climb every mountain
Ford every stream (vale, aquí canté cross every stream)
Follow every rainbow
Till you find your dream

Los Pirineos eran cada verano más superpoblados. Hacer trekking se ponía de moda. Hoy día tienes que reservar los refugios con antelación. Los Picos de Europa padecen del mismo problema. Por suerte reencontré aquí en El Bierzo la perfecta sensación de la montaña. Lo admito, la montaña es menos espectacular que la de los Pirineos o Los Picos. Se trata de montaña vieja con los picos desgastados y redondos. Al otro lado, los valles están cortados más profundamente en el paisaje con pendientes empinadas. La naturaleza es pura y el silencio a veces ensordecedor. En El Bierzo ya ha llegado la primavera. La temporada de traer las botas desde el trastero para subir cada montaña, cruzar cada arroyo y seguir el arco iris hasta encontrar el sueño.




miércoles, 25 de febrero de 2015

Montoro y Monedero

Parecen los nombres de dos cómicos. O de dos figuras de los tebeos. Las aventuras de Montoro y Monedero. La verdad es que el ministro de hacienda parece físicamente a una figura de los tebeos. Una cara satánica y además esta voz que parece un poco al croar de las ranas. Una vez, cuando mi sobrina española de seis años quería ver los tebeos, puse un video de una rueda de prensa de Montoro. (aqui). Incluso cuando la aseguraba que esa criatura comía cada mañana veinte moscas negras de desayuno a ella no le gustó mucho. Cuando después ponía un video de Monedero, mi sobrina gritaba:. '¡No quiero Montoro Monedero, quiero Dora Exploradora!'

Para un guiri de cierta edad, que empieza a tener dificultades con los apellidos españoles, Montoro como ministro de hacienda era relativamente fácil de memorizar con la asociación: Montoro – money. Pues, grande era mi consternación cuando el apellido Monedero apareció tantas veces en las noticias. Todo esto causó que a veces dije Montoro cuando quería decir Monedero y al revés. Incluso dije a veces algo entre los dos, como Montodero. Todavía más que antes la gente alrededor de mi empezaba a dudar mis preferencias políticas. Pues, en España casi se debe pertenecer a cierto campo político. Es como en el fútbol; no se lo pueden imaginar que a mí me gusta ver Madrid-Barcelona solamente para ver un buen partido de fútbol, sin que me importe quién gana.

También Monedero resultaba tener algo que ver con money. De 425.000 euros de ingresos no había pagado impuestos, así se filtraba desde el ministerio de hacienda (vemos a Montoro en su oficina reír malignamente). ¿Cómo había ganado tanto dinero? El profesor de ciencias políticas asesoró a los gobiernos de Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela sobre su moneda común. ¿Qué moneda común?  Vale, vamos a decir que gracias a Monedero aquellos países no tienen moneda común, lo que seguramente vale casi un medio millón de euros; alguien con este apellido debe ser un especialista. Puede ser que mi tono cínico solamente es el fruto de mis celos. Al fin y al cabo también estudié ciencias políticas y lo más que gané en esta materia es un bocadillo de queso gratis durante una reunión larga cuando era voluntario para Amnistía International.

Para un partido político que está en favor de una política fiscal expansiva es bastante difícil explicar que uno de sus fundadores evita pagar impuestos. En un mitin de Podemos Monedero eligió el ataque como la mejor defensa. La deuda a haciendo había pagado justamente antes para evitar persecución, pero esto no le impedía de un discurso lleno de clichés revolucionarios e incluso un puño apretado, atacando a Montoro y la prensa que se atrevía escribir sobre el caso (aqui). Todo muy afuera del lugar para alguien que había probado ocultar ingresos adicionales tan grandes a hacienda. Lo más sorprendente es que tantos simpatizantes de Podemos parecen aceptar sus explicaciones con los argumentos tan conocidos: los otros son peores; es toda una conspiración; cerramos las filas.

Si Montoro y Monedero fueran personajes de una película, seguramente las reseñas en la prensa serían llenas de palabras como: sobreactuado, caricaturesco, exagerado. Por desgracia se trata de la amarga realidad. La película pudiera tener un final feliz con la aparición de un partido que considera corrupción y malversación en sus propias filas como algo peor que el mal comportamiento de los otros partidos. En el mundo real temo que políticos como Montoro y Monedero están para quedarse.


sábado, 7 de febrero de 2015

El Hospital Hazlo-tú-mismo

Unos días después del fallecimiento de mi suegro mi suegra se cayó y se rompió su cadera y muñeca. La desesperación era grande. Sobre todo por parte de mi suegra, desde luego: dolor, susto y abatimiento. Para nosotros su caída también tenía consecuencias. No había tiempo para superar la tristeza. Otra vez largas visitas al hospital. En su muñeca ponían una escayola y en su cadera un tornillo. Todo esto lo hacían en el Hospital del Bierzo, que es público. Después la trasladaron al Hospital de la Reina para la recuperación.

Al principio veíamos su traslado al Hospital de la Reina como una mejora. El Hospital está tan cerca que se puede andar y su más pequeña escala podría significar más atención personal. Se trata de un hospital privado y concertado con un perfil católico. Cuando nos dijeron que normalmente no admitieron a la familia pasar la noche en las habitaciones, di a escondidos un suspiro de alivio. ¡Por fin un hospital como dios manda! Pero los días siguientes tenía que bajar mi juicio. Quizás todavía más que el Hospital del Bierzo se puede llamar El Hospital de la Reina un hospital hazlo-tú-mismo.

En el desayuno a las 09.00, la comida a la 13.00, la merienda a las 17.00 y en la cena a las 20.00 tiene que venir un familiar para ayudar al paciente en abrir los embalajes de plástico, cortar la comida y dar las medicinas. Quizás si no viniera nadie, el personal lo haría, aunque no parecen tener mucho tiempo. Desde luego en cada cama hay un botón para llamar la ayuda del personal, pero no siempre reaccionan. El resultado es que ya varias veces hemos levantado nosotros mismos a mi suegra desde su silla de ruedas a su cama. Esto no sorprendía a nadie en el hospital mientras a mí me parece que levantar a una paciente recientemente operada a su cardera es algo que debe hacer gente cualificada.

Para familiares que trabajan, viven lejos o tienen niños no es posible pasar tanto tiempo en el hospital, desde luego. Por eso alrededor de los hospitales existe un mercado laboral de cuidadoras. Que yo sepa siempre son mujeres, muchas de ellas latinas. Ellas cobran para este trabajo un sueldito mínimo para sentarse al lado del paciente y ayudarles cuando es necesario. Una de ellas nos contó que una vez había pedido a alguien del hospital de ayudarla levantar un paciente a la cama. ‘¿Por qué tú no lo haces? Por eso te pagan ¿no?’ era la respuesta. El mundo al revés. La verdad es que la mayoría de los enfermeros y doctores es gente competente y amable, pero sufren de demasiada presión de trabajo por falta de personal. Será para bajar los costos. Quizás por la misma razón faltan las toallas, sean de papel o de tejido, en los baños.

Pues bien, las semanas que vienen vamos a pasar mucho tiempo leyendo revistas y periódicos en el calor de una habitación del hospital, mientras de vez en cuando miramos con anhelo a la puerta abierta si ya viene el carrito con la comida. Normalmente me toca a mí el turno del desayuno. Después siempre vamos de excursión; empujo a mi suegra en su silla de ruedas hacia la sala de recreación para mirar por las ventanas grandes como el invierno ha tomado posesión del paisaje berciano.

miércoles, 28 de enero de 2015

La última vez en Anllares

Es un día soleado de septiembre. Aparcamos el coche en la plaza justamente abajo del restaurante. Ayudamos a mi suegro Pedro salir del coche. Va difícil.  ‘Ay, qué coño,’ murmura.  Mi suegra lo mira moviendo la cabeza. Cuando Pedro  por fin está de pie y con ayuda de su bastón sabe mantenerse en un equilibrio inestable, mira a su alrededor. Sus ojos empiezan de brillar, algo que no pasaba frecuentemente los últimos días.

Con su bastón apunta hacia las casas arriba en el pueblo. ‘¡Allí vamos! ¡Allí vivía!’ Paso por paso, en una mano su hija y en otra su bastón, va subiendo. Los seguimos abrazados mi suegra y yo; ella también necesita apoyo cuando anda. Por suerte no está lejos. Anllares del Sil es un pueblín entre los montes al oeste del río Sil. La gente vivía de las minas, de la ganadería y de sus huertas. Ahora muchas casas están vacías, aunque menos que en pueblos semejantes. Justo al lado del pueblo hay un central eléctrico que da vida al pueblo.

Mi suegro empieza de contar. Muchas anécdotas ya conocemos, pero obtienen aquí en el sitio donde tuvieran lugar una dimensión extra. Sobre los maquis que después de la guerra se mantenían en los montes y a veces bajaban al pueblo para obtener comida. Sobre la represión de los franquistas. Sobre quién vivía dónde y tenía cual profesión. Cuando el cansancio empieza, andamos lentamente hacia el restaurante.

Normalmente mis suegros son bastante críticos cuando visitamos un restaurante. Pues, la comida en casa es casi siempre mejor. Esta vez es diferente. ‘¡Por fin una comida decente en un restaurante!’ dice mi suegro después del primer bocado. Y poco más tarde: ‘¡Esta es una chuleta como dios manda!’ Con la camarera y el cocinero, los dos dueños del restaurante, intercambia información sobre las familias que viven o vivían en el pueblo.

Después de la comida hacemos otra caminata. El tictac de su bastón resuena entre las viejas casas. Pasamos el viejo molino y subimos a la casa de su prima, el último miembro de la familia que sigue viviendo en Anllares. Casi tan mal de pie como su primo sale de su casa hacia afuera para saludarnos. Hablan sobre los miembros de la familia. La muerte, las enfermedades y los defectos físicos desempeñan inevitablemente un papel importante en esta conversación. El despedido es conmovedor. 

Pedro parece incansable. Otra vuelta por el pueblo quiere hacer. Se dirige a cualquier paisano; casi siempre conocen a su familia. Después de un rato mis suegros se sientan en un banco. ‘Ven con el coche hacia aquí,’ dice él, ‘ya es tarde; vamos a casa.’ Cuando los acercamos con el coche, vemos que otra vez están hablando con una pueblerina. Le instalamos con dificultades en el coche. ‘Ay, qué coño,’ suena. Mi mujer pone el coche en marcha y lentamente salimos del pueblo.

En los meses tan difíciles que vendrían después, muchas veces hablamos con nostalgia de esta última visita a Anllares del Sil.